La historia de «Maruxa» es sencilla, casi hasta básica. Maruxa y Pablo sienten una fiebre extraña el uno por la otra y la otra por el uno. Retozando por el monte, descubren que eso se llama AMOR. Mientras, la rica del pueblo desea a Pablo y su primo a Maruxa. Así que deciden jugar con el analfabetismo de Maruxa y le tienden una trampa. Afortunadamente, Rufo, un vecino con el alma más pura que estos primos, ayudará a Maruxa a no caer en el engaño.
Esta sencilla trama posiblemente necesite de una actualización para modernizarla. Paco Azorín opta por situarla en 1976, y de convertir a los malos en petroleros responsables de un desastre ecológico en las costas de Galicia. Personalmente me parece extraño vestir a las actores con los monos blancos del desastre del Prestige, pero situarlo en la época de Franco. Salvando así los hilitos, a M. Rajoy y esas circunsatancias, que ya puestos habrían sido incluso más coherentes.
La puesta en escena es así de tremenda. Afortunadamente el espectáculo cuenta con el grandioso trabajo de una figuración de lujo, el trabajo brillante del coro, una dirección musical fabulosa y un gran elenco de buenos actores y cantantes. Maite Alberola, Rodrigo Esteves, Carlos Fidalgo y sobre todo Simon Orfila están asombrosos. Logran con sus vozarrones y su gran capacidad interpretativa elevar este desaguisado escénico.
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