Los festivales son para el verano, como las bicicletas de Fernando Fernán Gómez.
En verano el foco teatral se traslada de Madrid a Almagro, a Olite, Ribadavia, Mérida, Olmedo, Laroles, Tárrega, o al mismísimo Torralba de Calatrava; el foco se va de vacaciones a la España vaciada en invierno y fugazmente anegada en verano.
Pero para los teatreros que resistimos en Madrid también hay propuestas refrescantes, como el festival Essencia, de la sala Cuarta Pared, con piezas tan interesantes como “La Caja”, de Teatro de La Catrina, un acercamiento documental a la enfermedad mental, desde la escucha, que se detiene en dar voz, cuerpo y alma al individuo que convive con su enfermedad, o la revelación que fue, ayer, la presentación de «Oveja perdida ven sobre mis hombros que hoy no sólo tu pastor soy, sino tu pasto también«.
«Oveja…»es un texto original de Brai Kobla rabiosamente contemporáneo en el fondo y sobre todo en la forma, aparentemente caótica e inmediata, sobre un presente hiper conectado, en el que se desdibujan las fronteras de las relaciones laborales y de la vida privada.
El texto es un ensayo cargado de correcciones, de reiteraciones, de lugares cotidianos puestos en brochazos de evidencia, que utiliza con brillantez mil recursos de lenguaje escénico para que un texto aparentemente sumido en el caos vaya revelando intenciones, resonancias apuntadas y subrayadas por la acción, en la voluntad de implicar al público desde el extrañamiento, desde las ganas de entender, desde la reiteración sutilmente matizada, desde lo cotidiano y lo concreto hecho abstracción y concepto, hecho ritmo y resonancia. Y vaya si resuena.
En «Oveja…» el público rodea el dispositivo escénico, es un ‘voyeur’ que deambula alrededor de los protagonistas para fisgar lo que acontece dentro de los límites de la escenografía; pero también es voyeur de lo que pasa fuera de esos límites, desbordados, modificados por los otros espectadores, que afectan al hecho teatral en cada función,en presente.
A «Oveja…» hay que acudir con las orejas bien abiertas y con muchas ganas de disfrutar sin prejuicios de un teatro seriamente gamberro, brillante y ácido, de carcajada inesperada, desde lo surreal bien trabajado.
Para lograr que el mecanismo de esta oveja funcione tan bien engrasado en todos sus engranajes ocultos, hace falta que los cuatro intérpretes que dan vida a estos cuatro ‘hipsters’ hiperconectados, náufragos sin pares ni derechos, tengan un sentido casi militar del ritmo y que no dejen decaer el subidón permanente de sus personajes; hace falta que hagan equipo, entre ellos y con un público al que fugazmente apelan de manera sutil y cómplice.
Marina Fantini, Esther Sanz, Luis Sorolla y Jorge Tesonehabitan a sus ‘alter ego’ y te meten en su ‘rave’ desde el primer minuto. Navegas con sus personajes dopados y a la deriva. Y te sacan, en un minuto, una carcajada y un “pobres diablos” en el mismo instante.
No entiendo que, hasta un día 9 de julio por la noche de 2023 no se haya programado este huracán de aire fresco en Madrid, en la sala Cuarta Pared. Es gusto personal, pero la tengo ya entre las propuestas más interesantes e importantes de todo el teatro que he visto este año (y van más de 100 funciones).