Resulta muy interesante comprobar como Jordi Casanovas, precursor con Ruz-Bárcenas del que se está denominando como teatro documental tan presente en nuestra cartelera últimamente, sea ahora el encargado de dar un paso más allá haciendo evolucionar el subgénero. En Port Arthur, Casanovas pone en escena un texto real de un interrogatorio policial, filtrado por WikiLeaks, donde dos policías hablan con un detenido acusado de un crimen horrible. La elección de este material es un acierto absoluto y todo un hallazgo que contiene, sorprendentemente, elementos de ficción dramática ejemplar. La dosificación de la información y los detalles del terrible suceso durante la conversación genera una tensión, una intriga y un malestar muy valiosos y sugerentes. Por otro lado, el hecho de tratarse de una situación real aporta una autenticidad en los diálogos y una naturalidad fantástica, sorprendente y, sobre todo, muy inquietante. De acuerdo que el recorrido está limitado por su propio punto de partida y, por lo tanto, no tiene giros impactantes como Idiota o como las obras de Jordi Galceran. Sin embargo, su sobriedad estructural, probablemente, es lo que hace que el espectáculo sea mucho más aterrador.
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