Cualquier representación de Pretty Woman en cine, teatro, musicales o hasta en comic, posterior a 1990, siempre tendrá un hándicap; uno con dos nombres propios: Richard Gere y sobre todo, Julia Roberts. Y es que, desde el estreno en esa fecha de la película de Garry Marshall, todo el mundo identifica a los personajes de Edward Lewis y Vivian Ward con los actores «primigenios».
Superar este problema y hacer creíbles, (por comparación), los personajes del millonario y la prostituta que se enamoran es todo un reto. Reto que solo superan parcialmente Roger Berruezo y Cristina LLorente. Tal vez es imposible hacernos olvidar al elegante Gere y a la encantadora Roberts,
Pero en este musical no se trata de comparar, sino de entretener y divertir. Y eso, sí que se consigue. La representación es muy alegre y colorida. Los números musicales y de baile están bien interpretados y van contando con agilidad la historia.
La escenografía es eficaz, simple y dinámica, de modo que consigue introducir al espectador muy fácilmente en diversos escenarios, desde Hollywood Boulevard hasta el hotel de lujo o el palco de la ópera.
Todo el elenco completa una representación muy agradable, en la que además se agradecen los toques de humor a lo largo de la función a cargo de personajes secundarios como Giulio (Natán Segado), el ascensorista con problemas de dicción que arranca la carcajada del público en sus intervenciones. Es asimismo destacable la versatilidad de Rubén Yuste que interpreta diversos personajes con mucha solvencia y las notables, aunque breves, interpretaciones operísticas de La Traviata a cargo de Sara Navacerrada y Adrián Quiles.