En una sociedad en la que – como cantó Benedetti- tenemos una soledad tan concurrida, la ilusión, la confianza, el consuelo o la decepción viajan con normalidad a través de las telecomunicaciones, rebotan en los satélites y derriban las viejas fronteras de la distancia, al tiempo que es cierto que se levantan otras nuevas.
Algo tan sencillo y complicado, en ‘Próximo’ lo resuelven sin aspavientos ni artificios, como lo hace el buen teatro de cercanía, ese que no se sabe si no tiene medios o renuncia a ellos porque no le hacen falta. Aquí demuestran lo segundo.
Construir una relación a distancia requiere de una credibilidad más allá de la exigida a los que lo hacen cara a cara. Sucede en la vida real y también es aplicable a quienes intentan convencernos sobre las tablas. En poco más de una hora (y unos puntos vitales de apoyo muy creíbles), dos actores (Lautaro Perotti y Santi Marín) lo consiguen bajo la batuta de Claudio Tolcachir. Los protagonistas van y vienen por la vida sin moverse, pero dando la vuelta al mundo de una forma que engancha al espectador, porque es original en su planteamiento.
Sí, se puede pasar de la frivolidad al amor, y de la soledad a la esperanza también gracias a las nuevas tecnologías. Seguramente, cada relación tiene su lenguaje y su momento. Lo pueden hacer dos enamorados a cada lado de una reja, o dos que ni lo pensaban estando en las antípodas. Pero sobre todo, nos convencen de ello quienes lo hacen creíble.