Todas las grietas de un día

Todas las noches de un día

Todas las noches de un día
26/02/2020

Dice Silvia (Ana Torrent), la protagonista de Todas las noches de un día que pensó que se marcharía. Que decidiría salvarse. Pero seguía allí, mirándola, hermoso, tan hermoso. Y tan ridículo. Que ella lo intentó. Cree que eso lo sabe. Lo intentó. Quererle, poder quererle. Pero entonces una y otra vez, una y otra vez, se llenaba de esa oscuridad. Y debería haberle obligado a marcharse, haber dejado que él al menos se salvara. Pero siempre tuvo la esperanza (qué ridícula, la esperanza, eso le decía) de que un día podría mirarle y estarían ellos solos, sin ninguna de esas sombras. Pero era imposible.

Eso es, en definitiva, la obra escrita por Alberto Conejero y dirigida por Luis Luque. La historia de una espera, de un amor imposible marcado por la tragedia. Una confesión (la de Samuel) ante la policía. Una huida (la de Silvia) y un paradero desconocido. Un diálogo entre lo real y lo fantasmal, entre el presente y los recuerdos. Un viejo invernadero modernista en el que el personaje interpretado por Carmelo Gómez mantiene vivos el amor y las plantas. La naturaleza como cárcel, el silencio como arma y como refugio, las ganas de querer.

El texto, poético y complejo, recae sobre un Gómez introvertido enamorado de una mujer atormentada y frágil. Sin embargo, la ausencia con la que se muestra resulta endeble en algunas ocasiones. La fuerza de las palabras acompaña los matices de un monólogo transformado en diálogo a través de la memoria. Con inclinación al melodrama y vocación intimista, la lectura resulta desigual. Aquí hay emociones a trompicones. Torrent, por su parte, titubea con un personaje fantasmagórico, un trabajo dificilísimo que tiende a la exageración y entonces, un paso atrás. Ahora suenan móviles, una pareja se levanta, el público comenta. Ya no hay vuelta atrás.

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