«Surreal» como la vida misma

Travy

Travy
20/01/2025 - Teatro de la Abadía

Tarde-noche de teatro. ¿Qué vamos a ver? Travy, un nombre que de entrada nos dice poco, un título poco atractivo a priori… Pero, bueno, vamos a ver de qué va esto, que han dicho que está bien. Conocíamos a uno de los actores, Oriol Pla, de alguna serie de TV que nos gustó, pero poco más. Así que a ver qué podíamos encontrar. Y, lo que encontramos, fue una tarde inolvidable. Una sorpresa tras otra, a cual más agradable, a cual más maravillosa, desde la entrada hasta la salida . Y lo digo esto en sentido literal: porque hay sorpresa desde el mismo acceso al teatro (por cierto, un primer homenaje, pero no el único, a los técnicos que están siempre en la sombra), y hay sorpresa en la salida, donde los actores dan una muestra más de generosidad y esfuerzo, por si no había sido suficiente con la entrega total durante la representación.

Y en medio, ¿qué? Pues en medio una historia que no es una historia sola, sino una serie de situaciones disparatadas, realistas, tiernas, amargas, profundas, hilarantes, dramáticas, cotidianas, espectaculares, circenses, tremebundas, siempre arriesgadas, siempre imaginativas… que forman una historia tan real (y tan «surreal») como la vida misma. Porque en el fondo es la historia de una familia como muchas familias, en la que los hijos están desorientados y los padres, ya un poco al cabo de todo, no saben qué hacer ni con sus hijos ni con su propia vida. Bien es verdad que es una familia especial, la familia Pla-Solina, una familia que ha nacido y vivido por y para el teatro: como dice el padre, Quimet Pla, para él no existe mejor manera de morir que en el escenario. Así que esa familia de payasos decide hacer una función y el espectáculo se convierte en metateatro (metacirco a veces) donde se suceden los gags uno tras otro y, por si fuera poco, empleando tres idiomas.

Técnicamente la obra es un alarde de virtuosismo, desde el inenarrable mimo inicial que realiza Oriol Pla, hasta los constantes ejercicios acrobáticos de Diana Pla, que tiene un cuerpo de goma; y luego están los monólogos, el emocionante de Núria Solina dirigido a su marido, y el paródico y poético de Quimet Pla mientras se hace una tortilla. La obra, en definitiva, es también un muestrario completo de lo que un clown, una familia de clowns, puede dar de sí, una familia que conoce perfectamente los entresijos de la profesión, que saben reírse de sí mismos y que dominan el hilarante efecto de las repeticiones. Una obra que, como dicen en un momento, parece toda improvisación precisamente porque no hay nada dejado al azar. Y se nota que los cuatro actores disfrutan de la escena, hasta el punto de que el día que fuimos a ver la obra, a los cuatro les dio un ataque de risa que casi les impide continuar, tan desternillados de risa como estábamos todos los espectadores durante las casi dos horas que dura el espectáculo.

Ah, y sepan que, si la ven, ya nunca volverá a ser lo mismo el monólogo de Hamlet, «Ser ou…» Y ahí lo dejo.

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