¿Cómo se llevaría el olor del mar a una sala de teatro o se inunda de estrellas un patio de butacas? Con este interrogante Federico García Lorca nos invita en Comedia sin título a adentrarnos en el juego entre la realidad y la ficción para descubrir la verdadera esencia del teatro: el encuentro con nosotros mismos, el reconocimiento de la identidad. Y esta es la idea de fuerza de partida del espectáculo Una noche sin luna, en la que Federico se dirige a nosotros, nos interpela y nos sumerge en un mar arrollador cargado de poesía, de verdad y sobre todo de mucha vida. Porque ya lo señaló Federico: «El teatro no solo debe hablar de la vida, debe aspirar a ser la vida». Y así el presente y el pasado entretejen un relato poético cautivador, rebosante de emoción que traspasa la cuarta pared y al espectador.
La pieza es una hermosa experiencia metateatral a través de la vida de Federico en la que el poeta no es el verdadero protagonista, sino que es la intrahistoria (sí, aquella que ya señaló Unamuno como más importante todavía que la propia historia) de todos y cada uno de nosotros el centro del relato poético. Un compendio muy bien seleccionado de detalles y recuerdos de la vida de Lorca, extraídos a partir de entrevistas, conferencias, charlas y también fragmentos de su producción artística son entrelazados con maestría y belleza para mostrar pasajes determinantes de la vida del poeta granadino en los últimos años previos a su detención y posterior asesinato en agosto de 1936.
La labor dramatúrgica conjunta de Peris-Mencheta y Juan Diego Botto es impecable. La dirección es eficaz, dinámica y pertinente con especial brillantez de las hermosas imágenes creadas entre el espacio escénico, sencillo pero lleno de complejidad simbólica, y la palabra dramática que encuentran en la hermosa metáfora del barco de Teseo su genialidad poética. La interpretación de Botto está impregnada de carisma, ternura, emoción y mucho talento. Un actor solvente que brilla en el manejo de la palabra y de la escena cautivando desde el primer momento a un espectador que se entrega al viaje con convicción.
Volver a Lorca siempre ha significado para mí reencontrarse con uno mismo, emprender un camino necesario para abrazar nuestra esencia, y nunca olvidarnos los unos de los otros porque «somos porque otros nos recuerdan». Y como dijo otro genio literario, mi querido Gabo: «La vida no es lo que sucedió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarlo». Recordemos y, ante todo, recordemos no olvidarnos.