Obra divertida, optimista y llena de energía, sin más… que no es poco. Más de 2 horas de colores, simpatía y, ni lo imaginaba, mensaje de confiar en nuestras posibilidades, sin importar lo que demás crean de nuestras capacidades.
Ellie Woods es una pija rubísima (la peluca es casi albina) que desafía, y vence, los prejuicios e imagen que se tiene de ella, yendo a estudiar Derecho nada menos que a Harvard. No se entiende mucho, sin embargo (ya supongo que todo viene de la novela y película) que con su intuición y perspicacia pase por esta aventura solo para recuperar al cretino de su novio que le ha dejado claro su nivel de estupidez…. Al tiempo, tiene mensajes de actualidad rabiosa, como el acoso sexual en el trabajo y cómo reaccionar. El mensaje llega muy potente y de forma natural.
Lucía Amborsini lleva casi todo el peso de la obra, más brillante en la parte vocal que en la de texto, contagia su optimismo y su seguridad tras la imagen de superficialidad. El resto de personajes más bien planos o con historias que interesan poco, como la de la peluquera, con correctas interpretaciones, donde sobresale el siempre solvente José Navar (Los puentes de Madion) e Íñigo Etayo (Anastasia),y algunos problemas de dicción o acento en parte del elenco. Musicalmente muy muy pop, melodías pegadizas y alegres pero olvidables, un número divertidísimo (Gay o italiano) que consiguen transmitir un buen rollo in crescendo y al final hay una explosión de alegría compartida, de evolución y crecimiento de Elle y cuánto nos alegramos. Y deberíamos aprender.
El título no acabó de triunfar en Broadway o Londres pero el recuerdo de la película es muy potente Visualmente, una fiesta de color rosa, coreografías muy diversas bien ejecutadas y un coro griego poco definido
Lo menos mejor: el efecto Grease. Actores lejos de la edad universitaria de los personajes.
Lo mejor: la reacción entusiasta del público, similar a la que se ve en Flashdance o Dirty Dancing y el mensaje positivo y alentador a ser independientes y perseguir lo que queremos.