La Fama sale al encuentro de Molière, pero la Fama es caprichosa, difícil de convencer y se hace de rogar. Tenemos algo más de hora y media para convencer a esta diosa de que nuestro amado Jean-Baptiste Poquelin la merece.
Y en el empeño de descubrirle a La Fama el genio del poeta discurre la función de «Vive Molière» en el teatro de La Abadía, en un recorrido a ratos desternillante, por la biografía y por la obra del genio francés: desde sus primeros fracasos a la mayor gloria alcanzada con el favor real de LuisXIV. Y discurre atravesando y deteniéndose en algunos de los momentos más inspirados de algunas de sus obras maestras ( del Don Juan al Misántropo, del Avaro a Tartufo).
Y su fama se va revelando en una función con la risa siempre a flor de piel, en un trabajo magnífico de la compañía Ay Teatro, que destila lo mejor de la creación Ron-lalera de Álvaro Tato y Yayo Cáceres: hay música en vivo, toda la comedia que merece Molière, todo el ritmo y mucha inspiración para crear imágenes sugerentes e hilarantes.
Claro, tienen todo a favor con la ayuda de sus intérpretes, Kevin de la Rosa, Juan de Vera, Marta Estal, Mario Portillo y Laura Ferrer, que dominan el ritmo, la vis cómica y el lenguaje corporal para recrear escenas divertidísimas una tras otra.
Estoy seguro de que, si Molière conociese el trabajo de Kevin de La Rosa, que es un actor de agilidad, comicidad, escucha y genio absolutamente magnéticos, lo integraría en su compañía de inmediato. Su Avaro, en concreto, es de los que no se olvidan. Me lo guardo como uno de los momentos de carcajadas más sonoras que he tenido en teatro en muchísimo tiempo.
Una maravilla poder celebrar a un genio, el del francés en su cuarto centenario, de esta manera tan finamente hilada y con tanto disfrute.
Que viva Molière, que Molière vive (y goza de muy buena salud) estos días de diciembre en el Teatro de la Abadía, para calentarnos la garganta a carcajadas.