Me he sentido muy identificada con esta obra. Yo también tengo una madre que falleció a una edad muy temprana, yo también he olvidado cómo sonaba su voz, para mí también lo más duro sería abandonar a mi perrito, yo también he tenido a veces la necesidad de buscar ese «algo más» en mi vida, esos deseos de dejarlo todo, de comenzar de cero.
¿Qué es lo que impulsa esa necesidad repentina de cambiar de vida? Esta es la pregunta que se plantea el montaje, escrito y dirigido por Juan Jiménez Estepa. Como es usual en sus obras, el autor plasma con delicadeza el profundo mundo de las emociones humanas.
El protagonista de la obra tiene la intención de dejarlo todo e irse a vivir a Whitehorse, Canadá. Ha decidido mudarse a ese lugar porque su madre vivió allí en el pasado y le había contado, ilusionada, sobre sus vivencias en esa remota ciudad. A medida que el personaje se despide de las personas que forman su vida actual, se van descubriendo diferentes situaciones, emociones y verdades que abren los ojos del protagonista y del espectador.
Me ha encantado la evocadora escenografía y, aunque todos los intérpretes hacen un gran trabajo y hablaría cosas buenas de todos, no puedo no mencionar a Teresa Mencía. La vi también en La medida exacta del universo y vuelvo a pensar lo mismo: es de las mejores actrices que he visto encima de un escenario.
Una obra bella, delicada, con toques de humor y que logra emocionar. Una compañía que, sin duda, crea los mejores montajes que he visto en el circuito alternativo de Madrid.