Lorca escribió en los años 30 del siglo pasado una tragedia rural sobre el deseo y la imposibilidad de una mujer de ser madre. 90 años después, las mujeres seguimos subyugadas a tener una vida laboral de éxito, a formar una familia con descendencia y a ocuparnos y cuidar de ella dándolo todo y más. Y esto es solo la punta del iceberg de un sistema en el que “sabemos más sobre el universo que sobre el cerebro de las mujeres”, según declaraba hace unos días Susana Carmona, neurocientífica inmersa en un estudio sobre los cambios que experimentan las embarazadas en sus cerebros, incluso más allá del parto, publicado en El País.
Muchos son los gremios que podrían aplicarse la perspectiva de género y avanzar de una vez por todas en materia de diversidad, igualdad o feminismo. Y, entre todos ellos, el teatro es uno de los que mejor lo hace. En esta ocasión, María Goiricelaya (cuyo nombre está asociado ya a varias producciones que están calando fuerte esta temporada, como Play! o Altsasu) reflexiona sobre lo que escribió el poeta granadino y lo trae más al presente que nunca, ya que, como reza en el programa de mano de la obra que ha escrito y dirige en el Teatro Fernán Gómez, “en una sociedad de consumo que empuja a las mujeres que anhelan ser madres a retrasar la maternidad para cumplir sus objetivos laborales, nuestra Yerma pone el foco en las consecuencias que el productivismo capitalista ejerce sobre ellas”.
Esta propuesta llega de la mano de la compañía La Dramática Errante, nombre que eligieron para crear su sello artístico Goiricelaya y Ane Pikaza, protagonista de esta obra que se podrá ver del 8 al 25 de febrero y con quien nos sentamos a charlar de buena mañana unos días antes de su estreno en Madrid.
¿Cómo estás en este periodo intermedio entre Altsasu y Yerma, dos obras tan potentes?
Desde el inicio, decimos que somos una compañía que nació con gemelos y fueron Altsasu y Yerma, dos obras que han ido conviviendo desde que creamos el sello. Llevamos haciendo el intercambio de funciones y haciéndolas cohabitar mucho tiempo y yo, como actriz, además he estado habitándolas. Después de estos 15 días en La Abadía, siento que hay que volver a aterrizar, a coger un poco de aire para poder poner todas las energías con el equipo en el Fernán Gómez y en mostrar el trabajo que llevamos haciendo tanto tiempo.
¿Cómo trabajáis María Goiricelaya y tú, cómo trabaja La Dramática Errante?
Trabajamos juntas desde que nos conocemos. No sabría decirte cuántos años ya (risas). María ya hacía teatro y cuando entré en la escuela, la conocí con 19 años… así que ¡¡ya van 20 años juntas!! Hubo una conexión cósmica y hemos ido trabajando conjuntamente y también por caminos separados. Yo me fui de Erasmus a Florencia, ella viajó a Londres y después nos volvimos a encontrar, coincidimos en otras compañías y, por fin, nos arrancamos a hacer proyectos conjuntos. Nos dimos cuenta de que podíamos generar un sello teatral y comenzamos por Altsasu y enseguida llegó Yerma.
¿Desde dónde os acercáis a esta propuesta de Yerma, cuál es vuestro anclaje?
En La Dramática Errante contamos con dramaturgias propias que escribe María y con temática social, que es lo que aglutina el tipo de mirada que tenemos hacia el teatro, una transformadora. Ahí coinciden las obras que hacemos, aunque las temáticas sean muy diversas.
Me gusta mucho que, en esta sinopsis que habéis hecho, no se presente a la protagonista como una mujer que no puede ser madre, sino que incluye a los demás personajes, descritos por el punto vital en el que encuentran. ¿Significa esto que en vuestra propuesta conoceremos más de todos ellos, que tienen también historias propias más destacadas?
Sí, vais a conocer otra mirada de esos personajes. Son como oráculos y puntos de vista de la temática, ni siquiera de la vida de Yerma, sino de cómo entendemos la maternidad, desde distintos prismas. Y todos ellos son necesarios para que el espectador se ubique en algún lugar. No es una obra dirigida a aquellas mujeres que no pueden ser madres, sino a toda la sociedad porque todos, desde el lugar que sea, habitamos las maternidades; personales, familiares, de amistades, de conocidos, de gente con quienes trabajamos… Todos estamos aquí porque alguien ha tomado o no esa decisión. Y todos tomamos o no esa decisión igualmente, o podemos tomarla o no. Todos esos personajes son imprescindibles para que podamos generar una mirada mucho más global sobre la temática hoy en día. Y ese es el ingrediente de esta obra también, que es una Yerma contemporánea, traída a nuestro día a día, con variaciones en los personajes y manteniendo los cuadros de Lorca con nuevas puertas a los mundos a los que habitamos hoy. De esta forma, a quien conoce mucho la obra se le puede abrir la curiosidad de buscar enlaces con la de Lorca. Igual que yo después de haberla hecho, he ido a ver otras Yermas y vuelvo a conectar pistas. Es un ejercicio muy bonito de conocer la pieza.
¿Habéis usado experiencias próximas?
María y yo hemos hecho la obra en la edad de la pregunta de oro. Hablábamos mucho de la edad biológica para tener descendencia y de la edad social, que no casan, y de ahí el bum de las clínicas de fertilidad. Toda la parte de este capitalismo voraz y de la necesidad de las mujeres de haber hecho carrera y llegar al mismo lugar que los hombres nos ha hecho alargar la edad de tener hijos y es una responsabilidad añadida a nosotras, porque somos quienes paramos durante un tiempo el curriculum, aunque cada vez menos porque empezamos a hablar de corresponsabilidad. Para nosotras fue algo muy natural porque vivíamos y vivimos en ese momento y entre nosotras compartimos y recibimos constantemente historias de amigas y amigos que estamos en ese gran dilema, que nos preguntamos cómo entender la maternidad, hasta dónde es necesario que sean mis propios hijos o no o cómo es cuidar a otras personas. Por eso, dentro de esta Yerma hay muchas Yermas, gente que conocemos, muchas experiencias recogidas en los últimos 10 años en los que nos íbamos acercando inexorablemente a la gran pregunta de tener descendencia.
«Tiene la reflexión sobre cómo asumimos en esta sociedad en la que todos somos felices, supuestamente, y exitosos, el no haber conseguido algo de lo que queríamos»
¿Puede haber espectadores muy conservadores que vayan pensando en ver el clásico de Lorca y se impacten?
Sí, nos ha pasado, pero eso es que no se han leído la sinopsis. Hoy en día, cuantas más mujeres existan creando y escribiendo, más voces mostrarán otra realidad diversa y necesaria, ya que somos la mitad de la población. Por ejemplo, como directoras y programadoras del Teatro de Olite, hemos hecho hincapié especial en que haya un 50% de mujeres dramaturgas y directoras. Queríamos construir una casa en la que siempre tuvieran espacio para la creación y no solo fuera por cuotas o con oportunismo, sino para que hubiera la seguridad de una constancia. Hace falta generar esos espacios para que las mujeres puedan hacer trabajos buenos y malos, como siempre ha habido. Las cosas se aprenden haciendo, teniendo un espacio para errar también y seguir trabajando.
¿Existe en esta obra también una reflexión en torno a lo que significa la palabra éxito?
Sí, el éxito unido a lo efímero o a algo que no sacia para siempre. También en relación a la necesidad de tenerlo todo y a la incapacidad de asumir, en un momento dado, la no posibilidad, en este caso de ser madre. Tiene la reflexión sobre cómo asumimos en esta sociedad en la que todos somos felices, supuestamente, y exitosos, el no haber conseguido algo de lo que queríamos. Hay múltiples respuestas, evidentemente. La obra abre ese universo y cada uno, desde esta distancia teatral, se ubica en esa experiencia y ve un poco cómo respondería frente a eso o qué le parece.
Leyendo sobre la obra, también se nombra el impacto de las redes sociales sobre la autoestima. Qué difícil me parece relacionarlo con una obra de los años 30 del siglo pasado. ¿Cómo lo habéis hecho?
Hoy en día estamos muy expuestos en las redes sociales y el móvil, como oye todo, te recomienda muchas cosas según tus búsquedas o tus conversaciones e incluso tus datos. Por ejemplo, si estás en un determinado rango de edad, te salen pruebas de embarazo. Es decir, constantemente tienes a la tecnología escuchándote y dándote información sobre tu momento vital o recomendándote lo que supuestamente deberías hacer. Y, por otra parte, está la interactuación de la gente a partir de lo que tú compartes. Creo que ahora ha habido una explosión en las redes sociales de gente enseñando su trabajo, sus sentimientos y muchos haters que opinan sobre lo que otras personas hacen. En este caso, ubicamos a la protagonista como alguien exitosa, con muchos seguidores, que sí genera una opinión y se la generan. Y así queríamos ganar otro punto de vista de la sociedad que puede actuar con y sin criterio en las redes sociales, como la sociedad del pueblo rural, oscuro, en la que se ubicaba la pieza de Lorca.
¿Qué has aprendido haciendo esta obra?
Muchísimas cosas. Me emociona pensarlo. A escuchar mucho a la gente que teníamos alrededor, a abrirme para escuchar sus historias de otra manera y a entender lo necesario que es que cada persona decida contarlo o no. El hecho de que antes hubiera silencio o fueran temas silenciados no significa que ahora todo el mundo tengamos que hacer públicos nuestros dolores. Cada uno tenemos nuestra forma de ser. Y tenemos que entender que las personas que no lo cuentan también tienen un dolor profundo en estos procesos tan largos y tan dolorosos. Damos por hecho que pasar por un proceso así, de ser madre de manera natural, de someterte a un tratamiento para ello o de congelar tus óvulos, no es nada o es rutinario y no es verdad. Está lleno de duelos, de pensar si parar, de tomar muchas decisiones que generan exámenes sobre ti misma… te pone en un disparadero muy sensible. Tenemos que acompañarnos como seres humanos y para ello, hay que entenderlo porque corremos el riesgo de hacer de menos si no,… Y eso tiene que ver con la salud mental y los cuidados, seamos o no las personas implicadas directamente.
¿Qué esperas del teatro actual, qué te gusta ir a ver?
Espero muchas cosas. Espero todo lo que el teatro actual me quiera contar y sea interesante, con miradas hacia lo clásico desde hoy en día y nuevas dramaturgias que nos permitan adelantarnos al futuro quizás. Hay una parte de creer en el teatro como herramienta transformadora que nos puede hacer tener otras miradas sobre aquellas cosas que ni siquiera hemos vivido, llegando a ellas después con un primer contacto para reformular un tema sin juzgarlo. Al hilo de esto, me acuerdo que cuando entramos a La Abadía, Juan Mayorga dijo que hacíamos teatro para los que vienen al teatro, pero sobre todo para los que no vienen. Y eso me pareció una reflexión que no había hecho hasta ahora y me gustó porque cada espectador genera como un pequeño aleteo de mariposa que hace que se modifiquen pequeñas conductas a su alrededor. Esto quiere decir que, aunque la gente de su alrededor no vaya al teatro, esa persona ya ha dado un paso hacia otro lugar. Espero todo esto y no siempre desde un espacio rotundo, dramático o cómico, sino con varias formas de expresión, propias de las artes escénicas, en las que se abre un mundo de posibilidad y de miradas.
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