EN EL TEATRO DE LA ABADÍA

Ariadna Gil: «Es importante hacer justicia a la valentía y generosidad de las víctimas que han hablado»

El proyecto multidisciplinar 'Hay alguien en el bosque' pone voz a los testimonios de mujeres violadas como estrategia de limpieza étnica en la guerra de los Balcanes

Mariajo López

Entre 25.000 y 50.000 mujeres y niñas fueron violadas como estrategia de limpieza étnica en Bosnia Herzegovina durante la guerra de los Balcanes (1992-1995). La cifra es escalofriante y, a buen seguro, inexacta porque muchas de ellas fallecieron o no se atrevieron a hablar. La obra Hay alguien en el bosque, finalista a los Premios Max 2021 a Mejor dramaturgia, da voz a la memoria y a la determinación de estas mujeres y de los hijos e hijas nacidos de las violaciones. Junto a un documental y una instalación fotográfica, el proyecto constituye una oportunidad de luchar contra el olvido, ahora que los focos y las cámaras ya hace tiempo que se marcharon de este lugar ubicado en el mismo corazón de Europa.

La actriz Ariadna Gil, junto a Montse Esteve, Òscar Muñoz, Magda Puig, Judit Farrés, Pep Pascual y Erol Ileri, hacen viajar al espectador entre la Bosnia de los 90 y la Barcelona Olímpica, interpretando a esas mujeres que sufrieron la guerra en sus cuerpos, a sus hijos, e incluso a algunos criminales de guerra. La periodista Anna Maria Ricart firma la dramaturgia de esta pieza dirigida por Joan Arqué Solà, que estará en cartel en el Teatro de la Abadía, entre el 23 de marzo y el 2 de abril.

Ariadna Gil estrena Hay alguien en el bosque en el Teatro de La Abadía en Madrid

La actriz Ariadna Gil da voz a Nevenka en la obra ‘Hay alguien en el bosque’.

TeatroMadrid ha hablado con la actriz Ariadna Gil y la dramaturga Anna Maria Ricart sobre este proyecto que se hace eco de ese dolor, de ese miedo que hace sentir a las víctimas que todavía Hay alguien en el bosque.

TM. Entre 25.000 y 50.000 mujeres violadas es una cifra escalofriante. Cuesta asimilar que hay nombres y apellidos detrás de estos números brutales.

Anna Maria Ricart. Esos son los datos que se saben, porque siempre que hablamos de violencia sexual existen muchas más. Hay mujeres que lo han dicho 25 años después, cuando ya sus padres han muerto y han sentido que lo podían explicar. Es muy difícil. Lo que ocurre con este conflicto es que pasó hace 30 años, y cuando nosotros empezamos la investigación en 2018, habían transcurrido 25 años. Yo iba por la calle, y veía hombres y mujeres que podían haber participado en la guerra, o habían sido víctimas de ella. La vivieron cuando tenían veintipocos años. Es muy fuerte. No es una guerra que ya pasó y de la que hablan los abuelos.

TM. ¿Por qué la decisión de hacer el paralelismo dramatúrgico entre las Olimpiadas de Barcelona y los testimonios de las violaciones a las mujeres en los Balcanes?

A.M.R. Fuimos a Bosnia ocho veces y en uno de esos viajes, charlando, empezamos a preguntarnos qué estábamos haciendo nosotros en el 92, cuántos años teníamos, y pensé que era algo que nos podía conectar con la guerra. Porque si no, a veces pensamos que esto nos cae muy lejos. Y no es cierto. Sarajevo está a dos horas y media de Barcelona y es el corazón de Europa. Es la manera de conectar. Como ahora en Ucrania. Ayer leía una entrevista en la que se hablaba de que ya están haciendo violaciones sistemáticas.

TM. Parece que no hemos aprendido. Treinta años después, nos llegan las mismas noticias otra vez.

A.M.R. Pasa lo mismo. Son violaciones sistemáticas por parte de los rusos. Es destruir un pueblo haciendo daño a sus mujeres. En el caso de Bosnia las retenían para que no pudieran abortar, para que tuvieran niños serbios. En una sociedad tan patriarcal, tener un niño serbio era una vergüenza para muchas de ellas. Hubo mujeres que se quedaron los niños, otras los mataron y otras los dieron en adopción. De alguna manera, humillando a la mujeres, humillas a un pueblo, haces una limpieza étnica.

TM. ¿De qué manera la obra quiere transmitir que la guerra no ha terminado todavía? ¿Cómo aborda el silencio, la impunidad hacia los criminales o la lucha contra el estigma de la segunda generación?

A.M.R. A todas las mujeres les preguntábamos cuándo había empezado la guerra para ellas y cuándo terminó. Y todos ellas nos dijeron: «Para mí la guerra no ha terminado». Cada una desde su prisma: por miedo, porque los que las agredieron no han sido condenados… Ellas se han atrevido a contarlo porque no quieren que vuelva a ocurrir, aunque ya vemos que no es así. Al menos ahora ya tenemos noticias de que en Ucrania están violando a mujeres.

Ariadna Gil. Y aparte del tema de las mujeres, se aborda el tema de los niños que nacen de esas violaciones. El pensar, por ejemplo, que tu padre es un violador… Hay muchos casos muy distintos. De las violaciones se ha hablado más, pero en esos hijos no habíamos pensado. Y te das cuenta de que ellos van a vivir toda su vida asimilando y transformando lo que ha sucedido: la relación que tienen con sus madres biológicas, o con sus padres adoptivos o con sus padres violadores biológicos. Pero te das cuenta de la capacidad y la fuerza que tienen estos chicos y chicas, su madurez, cómo lo entienden, no culpabilizan a sus madres.

TM. ¿Es por todo esto que esas mujeres violadas sienten que «todavía hay alguien en el bosque»?

A.G. Claro, es una sensación que te acompaña de por vida, estar en alerta cuando te ha ocurrido algo así.

Imagen de 'Hay alguien en el bosque' de Anna Maria Ricart Codina

La obra ‘Hay alguien en el bosque’ forma parte del proyecto que incluye un documental y una instalación fotográfica.

TM. Ariadna, ¿cómo afrontas un papel sabiendo que das voz a una mujer real, que tu texto no es pura ficción?

A.G. No puedo decir que estoy haciendo un papel, un personaje. Es otra cosa, no se parece. Estás intentando ser transmisora. Hay una teatralidad, porque estamos haciendo un espectáculo; hay un documental en el que lo cuentan ellas a su manera. Aunque todo lo que decimos son cosas que han dicho textualmente ellas y ellos. He observado y escuchado mucho a la persona a la que doy voz, y sí que hay algo de ella, lo que cuenta, lo que no cuenta, los rodeos que da, cómo está físicamente… Me sirvió para acercarme a ella, no para imitarla. Como llevamos más de dos años con el proyecto, siento que cada vez se depura más; cuanto menos, mejor. Lo importante es que contemos esto bien, que llegue bien, hacer justicia a la valentía y a la generosidad de estas personas que han hablado.

Es un espectáculo que no busca hacer daño al espectador, ni recrear ese dolor. El dolor está 30 años después, pero no es un espectáculo sensacionalista, aunque es un espectáculo duro.

Imagen de 'Hay alguien en el bosque' de Anna Maria Ricart Codina

La música en directo es una protagonista más en ‘Hay alguien en el bosque’.

TM. ¿Qué papel juega la música en directo?

A.M.R. Queríamos tener momentos de respirar la escena; y, por otro lado, también acompañan momentos como la proyección de fotos de la guerra para contrastar con la alegría de la música que podía estar sonando en la Barcelona del 92, por ejemplo. Hemos querido apartarnos de la pornografía emocional y hay también espacio para la luz.

A.G. Hay momentos de una gran emoción, hay encuentros que te rompen el corazón, pero de una belleza y esperanza tremendos: de padres adoptantes que enseñan su historia a la hija que han criado, que no sabe de dónde viene, y de qué manera esa hija busca a la madre que la quería matar cuando nació y que ahora logra verla. Los hijos son la esperanza.

TM. «Me lo mataron todo menos el alma». Este testimonio pone los pelos de punta.

A.M.R. Ella es Milika, que cuando le pasó lo que le pasó, cogió a sus niños y se los llevó al río para tirarse todos y suicidarse. Y los vecinos, croatas, como los que la habían violado, evitaron que se lanzara. Ella en ese momento sentía eso: mataron a su marido, su juventud… Le mataron todo menos el alma. Ahora tiene unas nietas preciosas que son la luz de su vida.

TM. Ariadna, ¿qué huella ha dejado en ti este proyecto?

A.G. Al contrario de lo que pueda parecer, al plantearlo de esta manera, lo haces con un gran respeto, pero no es algo que te destruye, que te quedas hecha polvo después, curiosamente. Lo pasas. Pero hubo un momento en que sentí que tenía ganas de parar porque algo cala.

Cuando fuimos a hacerlo a Bosnia fue muy impactante para nosotros. El momento en el que conocí a Nevenka, que es la mujer a la que yo interpreto, fue bestial para mí. He intentado estar cerca de esa historia, de cómo vive, de la soledad en ese caso. Se ha creado un vínculo de mí hacia estas mujeres, y ha sido muy importante para mí poder hablar de esto y haber podido participar en el proyecto.

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Escrito por

Periodista especializada en comunicación cultural y artes escénicas.

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