Es sabida la conexión del pueblo argentino con la cultura japonesa. Hacia el país nipón torna la mirada la dramaturga Carolina Román (Juguetes rotos, Adentro, En construcción) para bautizar su último proyecto teatral, Amaeru. Aunque solo para darle nombre, para conceptualizarlo. Este vocablo japonés, que no tiene traducción en castellano, apela a un sentimiento: el deseo de una persona de ser cuidada y protegida.
Entre el 5 y el 22 de enero en los Teatros del Canal, esta argentina afincada en Madrid, sirviéndose de los actores argentinos Daniel Freire y Omar Calicchio, regresa «a la herida primigenia en el aquí y en el ahora». Tras «un proceso de investigación sobre los sentimientos que nos resultan más difíciles de identificar», la dramaturga construye una historia sobre la codependencia y la toxicidad de esos vínculos que se establecen a través del mandato interno «necesito que me necesites». «Los cuidadores natos no se dejan cuidar. Y el que constantemente necesita que le cuiden es egoico», apunta Román haciendo referencias al Eneagrama para contextualizar los caracteres de los personajes.
Los dos actores protagonistas –que interpretan tres papeles cada uno– recrean la historia familiar de Carolina Román en torno a su abuela materna, su tía y su padre. Como si de una muñeca rusa se tratase, los relatos se irán entretejiendo sin desvelar nada hasta el giro final. Es entonces cuando el espectador conecta los elementos que siempre estuvieron ahí durante la función.
Sobre el valor terapéutico de dar aire a los secretos, la creadora asegura que «es sanador y liberador, como con las humedades». Y así ha sido con Amaeru. Reconoce que «el arte está para investigar» y esto permite «cortar células emocionales».
En esta nueva forma de narrar para Carolina Román –«desde otro lugar que no es planteamiento, nudo y desenlace»– la autora dice apelar a un «espectador activo. Los actores activan cosas que no ves pero están». Por ello despoja la escena –en complicidad de nuevo con Alessio Meloni–, de todo lo superfluo: «Menos es más».
«Necesitaba trabajar desde otro lugar que no fuera planteamiento, nudo y desenlace»
La obra transcurre en lo que los personajes llaman «casa», combinando estar dentro y fuera de tres realidades: la pantalla de un televisor, un salón y un espacio vacío.
Con este encuadre escénico y el proceso creativo desvelado por Carolina Román, encaja perfectamente la definición del género Amaeru: «comedia dramática basada en un realismo mágico y futurista con tintes costumbristas».
Cuando la periodista pregunta qué queda de aquella Carolina Román que descubrió el público madrileño hace unos 10 años con su pieza En construcción, presentada en Microteatro, responde sin dudar que «queda la que puso un foco en un espacio de menos de 15 metros cuadrados. Queda todo. He sumado experiencia. He economizado energía«.
Ahora tiene claro que «no solo me tiene que mover la historia sino también con quién la voy a contar». Dice necesitar a su lado «buena gente, que reme a favor». Y concluye: «Nutrición y foco».
Nutrición y foco que a buen seguro comandarán el nuevo proyecto en el que ya está trabajando y del que, como suele ocurrir entre las gentes de la escena, todavía no puede desvelar nada. Será en una próxima entrevista.
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