Con la llegada de La función que sale mal (The Play That Goes Wrong) a Madrid, ya son 33 lo países en los que en estos momentos se está representando, un éxito sin precedentes que jamás se les hubiera pasado por la cabeza a los componentes de Mischief Theatre cuando comenzaron a representarla por los pubs de Londres. Ahora llega su versión en castellano al Teatro Marquina, de la mano de Sean Turner, discípulo de Mark Bell, director de la versión original, y David Ottone, miembro fundador de Yllana, aval más que suficiente para que un espectáculo como este, que se apoya en el humor físico y el slapstick, llegue a buen puerto… ¡o no! Que al fin y al cabo, es de lo que se trata.
El reparto, seleccionado a través de una convocatoria abierta a la que se presentaron más de dos mil personas, está compuesto por Héctor Caballero, Carla Postigo, Carlos de Austria, Alejandro Vera, Noelia Marló, César Camino, David Ávila, Felipe Ansola, junto a Paula García Lara, Avelino Piedad y Ángel Saavedra. Quienes interpretan a los miembros de esta compañía amateur a la que todo se le tuerce en plena función.
Hemos querido sentarnos a charlar con César Camino y Noelia Marló para que nos cuenten cómo es la experiencia de poner en escena la peor pesadilla de cualquier compañía teatral.
Teatro Madrid.- ¿Qué podéis contar sobre La función que sale mal?
Noelia Marló.- Os vais a encontrar con un grupo de teatro amateur que va a representar su primera función, que se llama “Asesinato en la mansión Haversham”. Un thriller de misterio, tipo Agatha Christie. Lo malo es que la compañía está muy nerviosa, es su primer estreno y todo empieza a ir “no del todo bien”.
César Camino.- Está representada por una compañía amateur, ¿y qué tiene el “amateurismo”? ¡Que a veces las cosas salen mal! (Risas) Nos vamos a encontrar desde actores que no son creíbles hasta técnicos que meten los efectos cuando no tienen que entrar. Eso genera en el publico el morbo de ver qué es lo siguiente que va a salir mal. Es la misma maldad que tenemos cuando vemos que alguien se cae y que vas a ayudarle, sí, ¡pero vas descojonado de la risa! Pues es lo mismo, es ese morbo de ver sufrir a alguien en el escenario.
TM.- Interpretáis a Annie y Trevor, ¿quiénes son y qué pintan en esta función?
NM.- Mi personaje es la regidora de la función. Le encanta su trabajo, pero el tema del público no lo lleva del todo bien. Admira mucho a sus compañeros porque lo de actuar pero tiene un poco de miedo escénico.
CM.- Es el técnico de la compañía. Es el único que ni es actor ni tiene esa vocación y que está ahí como podría estar descargando cajas en un supermercado, pero está ahí. No tiene muchos conocimientos ni de teatro ni de técnica, así que hace lo que puede.
TM.- Echando un vistazo a los nombres del reparto, nos encontramos con que la gran mayoría procede del teatro musical.
CM.- Es verdad, y se nota mucho su experiencia porque esta función requiere mucho lo de estar en la marca exacta en el momento preciso. Tienen una disciplina tremenda. A mí me ha pillado despistado en la mitad de los ensayos (Risas) en ese aspecto yo soy un poco más anárquico y a veces estaba en cualquier lado y pensaba “O me pongo las pilas aquí o se va a notar mucho que no estoy en la marca”.
NM.- Es cierto que la comedia tiene esa parte matemática de la música. En el fondo la comedia tienen que ver mucho con el oído, con el tempo interno que posee la música.
TM.- Es cierto que la comedia tiene una forma de hacerse muy precisa, y para llegar a este descontrol de La función que sale mal, hay que tener mucho control.
NM.- ¡Muchísimo! Es control puro porque una respiración fuera de tiempo, un poco más allá, hace que el gag no funcione.
CM.- A mí me encanta porque es un humor como de volver a los orígenes. Todos los sonidos de caídas, golpes, se hacen artesanalmente, con dos tablas. Es el slapstick de toda la vida. Y me encanta porque cuando voy a ver una función que los sonidos salen por los altavoces, me sacan, me hace pensar que todo es un ordenador. Aquí, sin embargo, son artesanales, en plan Comedia del Arte, como volver al teatro de siempre; y eso el público lo nota y se genera una fiesta muy especial. Es algo muy básico, quizá por eso también funciona muy bien con los niños.
TM.- ¿Qué hay que hacer bien en esta función para que no salga mal?
NM.- Lo primero es estar en la marca porque como no lo estés, ¡tu vida corre peligro! Es que es un función muy peligrosa, tiene mucho riesgo. De hecho hubo un día que Sean nos leyó como veinticinco páginas de “¿Y si pasa esto?” Fue un poco terrorífico (Risas)
Otra cosa es que haya mucha escucha. Es una función en la que tiene que haber mucha escucha. Obviamente en todas lo tiene que haber, pero en esta en concreto todos tenemos que estar atentos para que todo respire como tiene que respirar y no pase nada que no tenga que pasar.
CM.- Hay que estar muy concentrado, porque es una función en la que el humor no sale de los personajes o de la personalidad que el actor pueda tener, sale de las situaciones. Aquí no se trata de decir “Buah! Qué gracioso soy” si no de que estés en tu sitio y de que te dejes golpear. Esa es la gracia de la función, la cantidad de accidentes que suceden en escena.
TM.- Dentro del proceso ¿qué es lo que consideráis que más os ha costado y lo que os ha resultado más sencillo?
CM.- He aprendido mucho de la disciplina de los compañeros que vienen del mundo del musical. Y quizá lo que más me ha costado ha sido el integrarme en la compañía porque mi personaje, el técnico, no está en el escenario con la compañía, no está actuando. Yo estoy en un palco, alejado, y es una función que se ha ensayado en el escenario, así que he tenido que trabajar mucho el intentar no desvincularme del todo de los ensayos.
NM.- Quizá lo que más me ha costado ha sido encajar a mi personaje, desde la verdad y el drama que siente esta chica. Porque Annie no es actriz, es una regidora a la que no le gusta nada el público; llegar a ese punto de “eres actriz, pero no eres actriz. De estás actuando, pero no estás actuando”, me ha parecido un reto. Pero a la vez el personaje es muy gratificante porque tiene una gran evolución durante la obra. Estoy muy feliz porque es un personaje muy enriquecedor y da un giro muy sorprendente.
TM.- ¿La función que sale mal es franquicia de la original?
NM.- En este caso sí. Sé que ha habido otros países que han comprado la idea y después la han dirigido ellos, pero aquí se ha venido el director Sean Turner a dirigirla con David Ottone y es igual a la que se puede ver en Londres, incluso el vestuario es el mismo.
CM.- Sí. Cuando comenzamos a ensayar pensé “Si es que para qué vas a improvisar nada si está todo medidísimo” y lo hacemos tal cual lo hacen los ingleses ¡Y funciona! Tenia mis dudas, pensaba: «El público español es muy especial y seguro que no nos hace gracia lo mismo que a los ingleses”, pero al final te das cuenta que en lo más básico sí, una caída siempre es una caída y siempre te provoca risa.
TM.- Ha habido que adaptar a alguna parte de la función?
CM.- Ha habido que adaptar un par de cosas muy locales que aquí no se iban a entender, pero por lo demás es humor universal.
TM.- ¿Cómo estáis viviendo el encuentro con el público? Porque una cosa es lo que sucede en los ensayos y otra cuando el público está enfrente.
CM.- Está teniendo una acogida muy buena. Está tan bien escrita y dirigida, que el público se ríe donde se tiene que reír (Risas) No, de verdad que es muy difícil poner de acuerdo a un patio de butacas entero para que se ría a la vez, es muy complicado, y sucede.
NM.- Está siendo una maravilla porque llega un momento en el periodo de ensayos que dejas de hacerte gracia a ti misma. El día que hicimos la primera previa, que fue en Coslada, se caía el teatro de las risas, era como un colchón de risas constante. La gente se ahogaba de la risa, salían diciendo que les dolía la barriga y la boca de reírse. Incluso ha habido gente que se ha tenido que ir en mitad de la función porque se meaba ¡literalmente! (Risas) Es cierto que ya necesitábamos ese feedback, respirar al público. Y lo bonito es que cada día se respira al público de una manera diferente. Vamos surfeando las risas que nos van llegando del patio de butacas.
TM.- ¡Qué imagen más bonita!
NM.- Sí, la dijeron ayer David o Sean: Vamos surfeando la ola de la risa. Yo creo que nunca había sentido un publico tan entregado durante dos horas sin parar de reírse.
Texto y fotos José Antonio Alba