La compañía malagueña tenemos gato vuelve a Madrid con el estreno de La perra (o la necesidad de ser amado) en la Sala Cuarta Pared. Su anterior montaje, Felicidad, fue una de las propuestas más frescas, y profundas, de la temporada, que les reportó numerosas satisfacciones; entre otras, erigirse en finalista a los Premios MAX en la categoría de Mejor Autoría Revelación para Cristina Rojas y Homero Rodríguez, o ser considerada como uno de los mejores montajes del año para diferentes medios.
Hablamos con Cristina Rojas, actriz, dramaturga y directora, tanto de la anterior como de esta nueva propuesta que nos trae la compañía. Una historia que promete seguir los pasos de su predecesora, hablándonos en este caso de las relaciones familiares. De amor. De pérdida. De búsqueda.
Teatro Madrid.- ¿Qué cuenta La perra?
Cristina Rojas.- La perra cuenta la historia de una perra que se perdió en nochevieja al huir corriendo asustada por los petardos y de cómo su dueña y su dueño, la hija de los dos, los abuelos de la familia y todos los demás viven eso.
TM.- La Perra, como vosotros mismos decís, es un montaje «Basado en una historia real y radicalmente ficcionada». ¿Es necesaria la ficción para poder ver la realidad?
CR.- Es necesaria la ficción para concretar la historia, para añadir detalles, para sumar conflictos, o decir cosas que no se dijeron, para imaginar qué hubiera pasado si…
TM.- Vuestro anterior montaje era un reflejo de la frustración crónica de toda una generación en busca de una felicidad que no llega, de las pequeñas grandes crisis. ¿La perra continúa ahondando en estos temas?
CR.- Más o menos. Pero esta infelicidad, que en este caso se concreta en la necesidad de que nos amen, es menos generacional y más individual, diría yo. El punto de partida de todos, es ese. Todos, un pastor, un yonki, una niña, un señorón… buscamos que alguien nos acepte, nos comprenda, nos quiera, nos dé su tiempo, nos sonría.
TM.- Uno de los rasgos más marcados de Felicidad era una sinceridad apabullante en las interpretaciones. Uno casi se sentía un voyeur por momentos, espiando un cachito de realidad. Pero también tenía unos recursos distanciadores que obligaban a parar y reflexionar sobre lo que se estaba observando. ¿Seguís por este camino en La perra?
CR.- A nivel de interpretación el registro es el mismo, en una de las críticas del estreno en Málaga dijeron que era tan real, que sobrecogía, y pensé: «menos mal» Intentamos ese mismo hiperrealismo o como queramos llamarlo. Y seguimos también con esa segunda lectura al permitir observar qué sucede fuera de escena con los intérpretes. Aunque creo que va un paso más allá de Felicidad, ya que no somos 4 actores para 4 personajes, sino 5 actores para 15 personajes, así que ese juego doble de interpretar y de mirar, de ver a tus compañeros cuando están en escena siendo otros, o incluso ayudarlos con su vestuario o atrezzo, es más evidente. Y esto se muestra siempre al público. Quiero dejar que se vea qué hace una actriz cuando cambia de acento para ser otra persona. O cómo un actor, aparentemente, poniéndose sólo unas gafas ya no es el mismo.
TM.- Aunque llevas siendo parte de la compañía como actriz desde sus inicios, Felicidad fue tu primer montaje como directora ¿Cómo afrontaste este segundo proyecto después de tan buen estreno?
CR.- Muerta de miedo. No hay cosa que tenga que ver con un escenario o una cámara que no la haga muerta de miedo. Luego salgo a escena y no me quiero bajar ni a tiros. Pero siempre digo que soy un actriz que dirige, no una directora. Llevo ya no sé cuantos años actuando y siempre me muero de miedo. Y me quiero morir de vieja en este «muriendo de miedo».
TM.- Decís: «Seguimos manteniendo la premisa de que los intérpretes somos libres de improvisar cada día un 5% del texto». La improvisación es pues para vosotros algo fundamental que mantiene vivo el espectáculo, ¿no es así?
CR.- Así es. Es muy poco, no lo medimos, claro, pero ese poco es suficiente para sentir que eres dueña (o dueño) de lo que te pasa y lo que dices al actuar, también estar alerta a lo que le pasa al otro para no acomodarte en la cancioncilla. Esto lo hacemos porque el texto es mío, tal vez si fuera de Lorca o de Lope o de Shakespeare (o de Carballal, o de Bezerra, o de Rojano…) no me atrevería, o les preguntaría.
TM.- ¿Nos podrías hablar de cómo ha sido el proceso creativo de La perra?
CR.- Mi perra huyó corriendo asustada por los petardos. Lo pasé fatal. Decidí que lo escribiría (tardé unos meses, tal vez un año…). Se lo pasé a unas amigas y unos amigos teatreros a los que admiro. Me dieron su opinión. Le di otra vuelta al texto. Lo cerré. Lo pasé a actores. Lo leímos. Pensamos por qué decíamos eso y no otra cosa. Hablamos un poco de todo, de cómo se imaginaban ellos y cómo me imaginaba yo. Nos fuimos a estudiar. Improvisamos cada personaje (cada uno tenemos un personaje más cercano a nosotros, uno opuesto y un tercero para gozar, los hemos trabajado por separado). Vimos si algo de lo que salía nos servía, nos gustaba más, o menos… Ensayamos con texto. Metimos eso que nos gustó. Valoramos. Limpiamos. Fijamos texto. Y volvimos a ensayar. Y después hemos hecho muchos ensayos generales, para ser conscientes de cuánto tiempo tenemos entre un personaje y otro para hacer la transición, no sólo externa, sino emocional, de voz, de cuerpo, sin tener que pensar mucho. Y luego, cuando ya está todo y llega el público, nos permitimos esa premisa del 5% de la que hablábamos antes.
Tengo mucha suerte de contar con Mónica Mayén, Raquel Mirón, Homero Rodríguez, Javier Márquez y Chema del Barco a mi lado. Son brutales, y regalan con su creatividad cosas maravillosas.
TM.- Recientemente cumplisteis diez años como compañía. ¿Qué habéis aprendido en estos diez años de trayectoria?
CR.- Que estuvo muy bien montar compañía. Que la vida de actriz (o actor) es maravillosamente mágica e idílica pero que es muy difícil que sea regular aunque no dejes de intentarlo y se te vaya la vida en ello, y que generar trabajo no está mal. También hemos aprendido de compañeras y compañeros sabios cargados de talento que han pasado por tenemos gato en estos diez años. Que el trabajo es fundamental. Y el no rendirse, aunque esto se lo he copiado a Cristina Rota: «Actrices son las que aguantan».
TM.- ¿Hay gato encerrado en el título de La perra? ¿Se refiere únicamente al animal o queréis reflexionar sobre las connotaciones que esta expresión pueda tener?
CR.- Sí. Queremos hacer evidente las connotaciones que la palabra perra trae consigo. La perra suena feo. Somos, hasta sin quererlo, muy reaccionarios. Muy ñoños. Pues sí, soy una perra. Soy una mujer. Soy lo que soy. Y eso me gusta.
TM.- El título completo del espectáculo, de hecho, es La perra (o la necesidad de ser amado). ¿Crees que necesitamos ser amados ahora más que nunca?
CR.- Siempre lo necesitamos. Al menos yo.
Miguel Gabaldón / @MiguelGabaldn
Fotos Daniel Pérez y FYamuza