Eduardo Blanco: «Los sueños está bueno mantenerlos porque, a lo mejor no en el momento, pero se cumplen»

José Antonio Alba

Tras un éxito arrollador en la cartelera argentina, tres temporadas ininterrumpidas que reunieron a cerca de 300.000 espectadores, ahora llega a España uno de los sueños teatrales largamente acariciados por Juan José Campanella, Parque Lezama. Un proyecto que nos brinda la oportunidad de ver en el escenario a dos figuras como Luis Brandoni y Eduardo Blanco que retoman el rol de estos dos ancianos parlanchines y pendencieros para plantearnos una cuestión: ¿Cómo hay que tomarse la vida? ¿Dejamos que nos lleve a donde ella dicte o seguimos divirtiéndonos nadando contracorriente hasta el final? Una cuestión que en Parque Lezama posee esa mezcla tan característica de los trabajos de Campanella, meciéndonos entre la sonrisa y la lágrima emocionada.

Nos sentamos con Eduardo Blanco en un banco, para no perder el sabor de Parque Lezama, y conversamos con él sobre la obra que ahora podemos ver en el Teatro Fígaro de Madrid y sobre este personaje que ahora retoma y que tanto cariño y tanto de personal le ha entregado.

Teatro Madrid.- Parque Lezama es un reflejo de cada uno de nosotros, el atreverse a hacer algo o no atreverse, enfrentarte a la vida o dejar que sea la vida la que te lleve.

Eduardo Blanco.- Si bien la obra es norteamericana, acá es exactamente igual porque el conflicto que acabás de describir, de sintetizar, es universal, tiene que ver con el ser humano. De eso va la obra.

TM.- Toda la carrera de Campanella dedicada al cine y, de repente, decide hacer teatro. ¿Cómo fue ese momento? 

EB.- La primera obra que dirige es Parque Lezama, lo que pasa que él es director de cine, es lo que estudió y es lo que hizo, pero el gusto por el teatro lo tuvo siempre. Desde muy chico ve teatro. Cuando teníamos veintidós o veintitrés años escribió junto con un amigo guionista, Fernando Castets, coguionista de alguna de sus películas, una obra de teatro que yo protagonicé. O sea, que no es la primera vez que hago teatro con él, lo que pasa que él no la dirigió. ¡Tanto le gusta el teatro que ahora está construyendo uno en Argentina!

TM.- ¿Qué tal está siendo la aceptación por parte del público español?

EB.- Maravillosa, uno siempre tiene miedos. La inseguridad siempre está, pero la reacción del publico es exactamente igual, es maravillosa.

TM.- ¿Cómo ha sido reencontrarse con vuestros personajes tiempo después de la etapa argentina?

EB.- Beto (Luis Brandoni) y yo hicimos 820 funciones, el resto del elenco es nuevo, así que lo de ahora ha sido un reencuentro.

TM.- Siendo tan amigos, ¿cómo fue el momento en el que Campanella te propuso enrolarte en este barco que es Parque Lezama?

EB.- Desde la época en la que él la vio en Nueva York me dijo “Algún día tenemos que hacerla” y hace unos años yo estaba haciendo teatro en Buenos Aires, me vino a ver, nos fuimos a cenar, y me dijo: “¿Qué tal si la hacemos?”. Así, en una cena informal. Nunca tengo una propuesta de trabajo formal por parte de él, siempre es una invitación a un sueño, a una aventura, y esto no fue ajeno a ello.

TM.- Así es como suelen materializarse los sueños, ¿no?

EB.- ¡Claro! Igual que esta locura de venir a España. Te confieso que esta obra, cuando la hicimos en Argentina, a mí me hubiera encantado poder traerla acá. Tenía la necesidad de compartirla y pensaba que iba a ser tan bien recibida como en Argentina. Tenia esa ilusión porque tengo familia y amigos acá, es como mi segundo lugar, y no se pudo.

Fue tomando un café con Ana Belén Beas en Buenos Aires; ella es española, su marido es argentino y allá tienen un teatro que están manejando. ¡Es gente muy apasionada y muy delirante! Con este café, cuando yo ya había abandonado la ilusión, nos subimos de nuevo al sueño de traerla aquí.

¿Viste cómo son las cosas? Aparecieron gente que no está bien de la cabeza como Ana Belen Beas, Miguel Angel Chulia, Enrique Salaberría o Daniel Comba que se jugaron la patriada porque es un espectáculo caro ¡y aquí estamos! Los sueños está bueno mantenerlos porque, a lo mejor no en el momento que uno lo espera, pero se cumplen.

TM.- Recientemente también te hemos visto interpretando a un anciano en “El precio” dirigido por Silvia Munt, pero ¿cómo fue el construir a Antonio Cardoso?

EB.- No sé si Silvia Munt me llamó para ese personaje, un anciano de 91 años, porque ya había interpretado a este otro personaje en Parque Lezama, no lo sé. Pero observé muchos ancianos con ciertas vulnerabilidades y te juro que terminé haciendo un anciano con las vulnerabilidades de mi abuelo y mi padre. Mi padre murió hace tres años, tenía Parkinson, y esa enfermedad me parecía un elemento importante para mi personaje, además de un homenaje a mi padre.

TM.- Eduardo, tienes una extensa carrera en la que has podido hacer cine, televisión y teatro, ¿dónde reside para ti la plenitud como actor?

EB.- Cada uno de ellas tiene una particularidad que no tiene la otra, en todas se cuentan historias, es lo que tienen en común, pero yo creo que el alma del actor está en el teatro, es el único lugar donde vos vivís con el público la historia que le estás contando, en el aquí y ahora está el público. Lo hacés en el cine o la tv y después te comentan, pero no estás ahí, acá estás. Y estás para los aciertos y para los errores, porque esto es en vivo y esa adrenalina no lo tiene otra cosa, es único en eso. El lugar de formación del actor también creo que es el teatro.

TM.- ¿Qué es lo que destacarías de Parque Lezama?

EB.- Podría destacar algunas generales y otras personales.

En lo personal, bueno, la vez que terminé en Buenos Aires de hacer la obra, no fue de la mejor manera, te decía que mi personaje estaba inspirado en mi padre para construirlo; bueno, la obra la terminamos el 10 de diciembre y mi padre murió el 1 de diciembre, así que no fue la mejor manera de despedir un espectáculo al que yo quiero tanto. Pero la vida te da la posibilidad de vivir otro recorrido como venir acá ahora.

Las generales es que es una gran historia, muy divertida, emocionante, conmovedora, que habla de la existencia misma del ser humano, de nuestras virtudes y nuestras miserias, creo que tiene una paleta de colores que se va viendo. Estamos muy acostumbrados a estructurarnos entre los blancos y los negros, en general siempre te quieren encuadrar, olvidándonos que hay una paleta de colores y todos somos un montón de cosas, y creo que en esta obra vas a ver que vos tenés algo de cada uno de los dos protagonistas. Y es lógico que así sea. También tiene una gran dosis de ternura mientras te divertís, porque es una obra muy divertida.

TM.- Con todo el sabor al estilo Campanella, ¿no?

EB.- Es lo que tiene Juan Campanella cuando cuenta historias. Si bien esta no es una historia original de él, tiene su condimento. Es una obra muy divertida y sus historias siempre están acompañadas del humor, pero a veces la risa va recorriendo lugares emocionales. En todas sus películas el humor está presente, la emoción también, y sin lugar a dudas, yo creo que invita a reflexionar sobre algunas cosas de la vida. Si habláramos de comidas, sería un plato completo. A mi me gusta mucho hacer este espectáculo y la comunión que hay con la gente. Cada función resulta maravillosa.

Texto José Antonio Alba / @joseaalba

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José Antonio Alba
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