Les Impuxibles (Clara y Ariadna Peya) recuperan en el Teatro Valle-Inclán una nueva apuesta con la que quieren romper tabúes sociales: Harakiri. Si en anteriores trabajos se centraron en temas como la presión estética (Fam) o las enfermedades mentales (Suite Toc num 6), ahora se fijan en un tema tan relevante como el suicidio. La propuesta estará en cartel entre el 7 y el 18 de junio.
«El suicidio es tabú y es también la primera causa de muerte no natural, y no sólo entre las personas jóvenes», explica Clara Peya, intérprete y compositora de la música. Partiendo de un intenso trabajo previo -hablando con personas cercanas a víctimas, asociaciones y otros profesionales como psiquiatras-, la compañía han montado un espectáculo colectivo para generar un espacio de diálogo y reflexión sobre un tema que la sociedad calla: «Se habla poco por miedo al efecto espejo, pero es necesario incidir para romper todo el tabú que rodea al suicidio», detalla la pianista.
Harakiri es un montaje con texto de María Velasco, que combina disciplinas como poesía, música, teatro, danza y circo. La obra parte de la historia de un hijo (Pau Vinyals) y su madre (Montse Esteve) cuando ésta decide poner fin a su vida. El espectáculo parte de un caso concreto, pero sirve para poder hablar de muchos temas relacionados como el duelo o la frustración: «Es muy diferente un duelo por alguien que se muere por accidente o enfermedad, que por alguien que ha decidido morir», explica la coreógrafa Ariadna Peya. Y añade: «La sociedad nos obliga a ser felices, pero no nos enseña cómo llegar. Nos cargan esta responsabilidad a las personas y eso nos provoca frustración y malestar».
En palabras de la dramaturga María Velasco, «el suicidio es el gran tabú en los medios de comunicación, por la creencia de que hablar sobre él multiplica los casos. En este caso no se trata del suicidio por razones de honor japonés (harakiri), sino del de una madre que tiene un corte en el vientre: el de la cesárea. Tatuaje indeleble de la creadora. Un hijo que huérfano, un hijo que, sabiendo que estas conductas se producen más a menudo en la juventud, se dice a sí mismo que «esta muerte era suya» y que quizás pertenece más al mundo de su madre que al mundo de los vivos».
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