José Juan Rodríguez está solo en escena. O lo parece. Porque él no se siente solo. Hay más. “Y esto, ¿cuándo va a empezar?”, dice. Y aparecen preguntas que solo se pueden contestar haciendo el acto. Haciendo lo que Jota repetirá en el Teatro del Barrio en Leyenda del espacio del 13 de enero al 24 febrero.
Este es alguien que busca su existencia actuando, diciendo, moviendo. Un hombre que confirma su presente también con los ojos que le asisten desde el patio de butacas. Para conocer más de cerca esta experiencia, que no se parece ni a una obra de teatro convencional, ni a una perfomance, ni a una adaptación de otra cosa, ni siquiera a una pieza de danza, aunque sea todo esto a la vez, nos sentamos a charlar con su protagonista, que ha cambiado su bicicleta por un agua con gas en el espacio en el que nos reunimos.
A José Juan siempre le ha interesado el teatro e investigar sobre ello. Probó con la dirección hace 10 años, con la compañía de teatro alternativo Improntus investigación teatral, pero ese rol de director no le acababa de convencer, ya que se sentía “como un niño con zapatos grandes”, confiesa.
¿De dónde nace este proyecto?
Es la historia de uno, del teatro, de mi relación con el teatro, la ficción, la sala de ensayo, los compañeros… con la vida. Llevo más del ecuador de mi existencia dedicado a esto y quería que todo eso estuviera ahí. Hace diez años, tuve una relación con la dirección, pero me di cuenta de que lo mío es ser actor.
Un solo escénico sobre lo que hace específico al teatro: el espacio. ¿Cómo llegas a esa conclusión y al título?
No creo que sea un solo únicamente sobre el espacio, pero es verdad que, trabajando sobre ello, llegué al título. No lo tenía previsto. Una vez que estuve en la sala de ensayos, viendo lo que era, me dije que esto era una leyenda del espacio. La historia es que hay un texto que me gusta mucho, una conferencia de Lorca sobre un poeta, en la que habla de la idiosincrasia granadina, de cierta psicología del personaje granadino, con el que yo me sentía identificado. Había algo que me interesaba muchísimo en eso. Pero montar un Lorca era meterse en otros ámbitos. A partir de ahí, aparecieron otros textos; clásicos y de Beckett, en concreto, Textos para nada. Pero todo quedó en barbecho y un día me puse a escribir y, en una tarde, hice las 7 / 8 páginas que dura Leyenda del espacio. Y empecé a hacerlo una y otra vez, como cuando estudio texto en mi casa. Rezaba para que no me acabara gustando porque si no, venía el siguiente paso de ensayar y mostrar. Pero me gustó y fue cogiendo forma.
Has hecho ensayos abiertos previos con público para tantear la obra, ¿qué te aporta eso?
Han sido parte de la pieza desde el principio porque esta es una obra que se ha ido haciendo haciéndola. Me parece un ejercicio fantástico, ya que las personas luego van a estar ahí desde que empiezo funciones. Las miradas me sirvieron de dirección porque las conclusiones que sacas con gente mirando son diferentes y te hacen avanzar más en el proceso de ensayos. La mirada es un peso muy grande que te pone los pies en el suelo porque tiene algo asambleario y comunitario que te ofrece perspectiva.
Después de esos ensayos y de dejarte mirar por tanta gente en funciones, me pregunto cómo te ves tú en esta pieza y cómo ha sido esa dirección.
He conseguido que la dirección se hiciera actuando y, por eso, la importancia de la mirada de los otros. Tuve claro que la pieza se iría haciendo desde dentro, estando ahí, preguntándose cosas. El espectáculo, en realidad, más que en el espacio, es en la lucha de alguien por estar vivo esa hora, por existir. Y ahí entra la ficción y mi relación con la actuación, con que la obra tenga vida y sentido. Para mí, la pieza está en cómo esta persona está dándole vida a esto con los elementos que te da el espacio: sonido, movimiento, silencio, no movimiento, palabras y su sentido, escenografía y vestuario o sus ausencias, etc. Mi intención era que todo eso se construyera a la par. En cuanto a la dirección, se ha conseguido sudándola, haciendo una pieza desde la actuación de poner un cuerpo, que es lo principal.
En la pieza están muy presentes el tiempo, la gravedad, el sonido de las palabras, los recuerdos y el movimiento. Pero si te preguntara por cosas más tangibles que hay en ella, ¿qué dirías?
Tenía el texto y tenía claro que sería algo físico. Está escrito en prosa, como cuando uno habla consigo mismo. Pero tenía partes en las que me dejé apuntado improvisar, de manera performativa o física, en la sala de ensayos. El texto hace mucha referencia a mi relación con el cuerpo, habla de movimiento, de estarse quieto. Por ejemplo, la bicicleta estaba desde el principio porque me conecta con Beckett y porque yo monto mucho desde siempre.
Cuando fui a verte al Teatro del barrio, la gente decía: “Hemos venido a ver a Jota”. Y al ver la obra, tomó sentido, porque me parece muy personal y con mucha exposición. ¿Era tu intención desde el principio?
Yo no puedo dejar de ser yo cuando voy a actuar, pero hay elementos de ficción que te ayudan a estar ahí, que hacen cosas en el imaginario y en la manera de estar. Tuve claro desde el principio que quería mantenerme en el umbral de ambas cosas, entre lo uno y lo otro. Que tuviera todas las direcciones posibles, 360 grados en todos los sentidos, pero a la vez, que la función no se decantase por nada. Jugué a estar entre el personaje y el actor todo el rato, entre la ficción y la no ficción o la autoficción incluso. Porque ir al teatro siempre es ir a ver cómo se resuelve algo. No vas a ver Hamlet ocho veces, pero vas. Y no por ver Hamlet, si no por ver cómo esa gente que lo hace se mete en la historia y la resuelve.
Ya que creo que te hemos visto como nunca lo habíamos hecho hasta ahora, ¿tú has descubierto algo de ti mismo que te haya sorprendido durante el proceso?
Me ha sorprendido la pieza en sí. Llevo años indagando en la manera de estar en el escenario, pero esta pieza creo que ha ido más allá porque hablo conmigo, con mis pensamientos, con el vacío, con el silencio, etc. Esa manera de poder estar hablando con todo eso en el escenario y la relación con el público, que es parte del espacio, pero a la vez yo tengo otro espacio dentro, forma un juego metafísico y metateatral. Que todo eso haya sido eje central de la pieza, esté gustando y se comparta, mucho más de que se entienda, me ha sorprendido y me gusta mucho.
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