Jugando a las casas encantadas con ‘La Valentía’ de Alfredo Sanzol.

José Antonio Alba

¿Dónde han quedado esas comedias con mensaje soterrado entre carcajadas aparentemente intrascendentes de autores como Jardiel-Poncela o Alfonso Paso? Muchos pensarán que se las comieron las polillas al olor de la naftalina. Nada más lejos de la realidad, solo hacía falta que apareciera un autor como Alfredo Sanzol, que quisiera divertirse sin prejuicios para acabar recurriendo a ellas y darles nuevo lustre gracias a La Valentía y jugar con el costumbrismo, retorciéndolo, para exprimirle todo su jugo surrealista y recuperar la carcajada sana y desacomplejada que desde hace muchos años forma parte de nuestro teatro, por mucho que algunos lo mirasen, hasta hoy, con altivez y cierto mohín de desagrado.

La Valentía es el título del primer texto con el que Alfredo Sanzol se sube a las tablas del Pavón Teatro Kamikaze, espacio para el que fue pensada desde su comienzo, para materializar la brillante ocurrencia de montar esta comedia de puertas y fantasmas que, desde un desenfadado argumento, jugando y divirtiéndose en escena “Yo quería hacer una comedia de puertas porque me gustan mucho las apariciones y las desapariciones, que la gente se piense que está en un lado y que realmente esté en el otro. En los rankings que hacen los americanos aparece Noises Off como una de las mejores comedias de la historia y es una comedia de puertas. No sabía que quería hacer una comedia de fantasmas, pero La Valentía también es una comedia de fantasmas”, lanza cuestiones que plantearnos “Es una historia que tiene que ver con la valentía que necesitamos para aceptar al otro y sobre todo la valentía que necesitamos para aceptar los miedos del otro».

El recientemente galardonado con el Premio Valle-Inclán, se ha inspirado en los miedos para contarnos la historia de dos hermanas, Trini y Guada, que tienen como herencia una casa, construida por sus antepasados y que cuenta con un gran problema: La autopista pasa a cinco metros escasos de la casa. Guada está decidida a quedarse en la casa, pero Trini quiere venderla; ante la negativa de su hermana, urde un plan para asustarla y que sea ella misma la que quiera marcharse de allí, para ello contrata los servicios de los Hermanos Spectro, profesionales del susto. Pero con lo que Trini no cuenta es con que la casa ya tuviera sus propios fantasmas, Martín y Martina, a los que las hermanas confundirán con unos clientes de Airbnb…. ¡El enredo está servido!.

Nos cuenta Alfredo Sanzol que La Valentía surge de un taller que partió únicamente con la idea del título y que acabó cobrando forma gracias a los trabajos de improvisación, de donde nacieron estas tres parejas de hermanos en las que se apoya la función y a los que dan vida Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Natalia Huarte, Francesco Carril, Jesús Barranco y Font García seis personajes delirantes que no pararán de sorprendernos perdidos en el interior de esta casa encantada inspirada en la casa en la que el autor pasaba las vacaciones de su infancia “era un homenaje que tenía pendiente” y que para la puesta en escena ha contado con la escenografía de Fernando Sánchez-Cabezudo que, junto a la luz de Pedro Yagüe, la música de Fernando Velázquez y el vestuario de Guadalupe Valero, han creado la atmósfera del espectáculo.

Las risas están garantizadas en este nuevo espectáculo en el que Alfredo Sanzol no ha querido quedarse solo en la superficie, vistiendo la función con capas de profundidad, y a través de las risas, realizar toda una reflexión sobre los miedos, ajenos y propios, pero donde también hay lugar para tratar otros temas «Como el ser valiente para no tener razón, porque no tener razón da mucho miedo, te quedas sin argumentos para poder vivir. Es una historia de hermanos, que tiene que ver con el pasado, con qué pasa con las herencias que recibimos, hasta qué punto nos tenemos que hacer cargo de lo que recibimos y hasta qué punto tenemos que ser fieles al pasado y condicionar nuestro proyecto de futuro”.

Texto José Antonio Alba

Fotos Javier Naval

Escrito por
José Antonio Alba
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