El 7 de diciembre de 1923 levantaba el telón, por primera vez Los Gavilanes en el Teatro de la Zarzuela. Esta pieza de Jacinto Guerrero con libreto de José Ramos Martín se ha convertido en uno de los títulos más populares y queridos por el público del género y, sin embargo, llevaba más de veinte años sin subirse a este escenario.
El coliseo de la calle Jovellanos acoge hasta el 24 de octubre esta fábula popular y cosmopolita. El estreno, previsto para el viernes 8 de octubre, se tuvo que posponer debido a la huelga convocada por el colectivo de técnicos y técnicas del INAEM, que también afectó a otra representaciones en el Centro Dramático Nacional, el Auditorio Nacional y el Teatro de la Comedia, entre otros.
Un equipo de lujo
La vuelta de este título, imprescindible del repertorio, se celebra por todo lo alto de la mano del gran director de escena Mario Gas, con dirección musical del maestro Jordi Bernàcer. Forman parte del equipo otros grandes nombres como el escenógrafo Ezio Frigerio, Franca Squarciapino, diseñadora de vestuario, Vinicio Cheli, que firma la iluminación, Sergio Metalli, responsable de los audiovisuales y Carlos Martos de la Vega, que ha diseñado el movimiento escénico. Se trata de una equipo de profesionales de consolidada trayectoria que realizan un trabajo pulcro y coherente dando vida a una puesta en escena original, dinámica y atractiva.
Los Gavilanes cuenta también con unos intérpretes excepcionales (dispuestos en dos repartos, como es habitual) como Juan Jesús y Rodríguez Javier franco que dan vida al protagonista Juan, María José Montiel y Sandra Ferrández que interpretan a su amor de juventud Adriana, Marina Monzó y Leonor Bonilla como la hija de Adriana, Rosaura e Ismael Jordi y Alejandro del Cerro que se ponen en la piel de Gustavo, el joven amor de Rosaura. Este equipo lo completan Lander Iglesias como Clarivan, Esteve Ferrer como Triquet, Ana Goya como Leontina, Trinidad Iglesias como Renata y Camilo Enrique Baquerizo, Nita Mar Esteve y Emma Raquel del Pino, entre otros.
Amor, poder y dinero
La acción de Los Gavilanes tiene lugar en una aldea de la Provenza, que bien podría ser un pequeño pueblo en España, en el año 1845. La obra de Jacinto Guerrero narra la historia de Juan, un indiano que regresa «rico y poderoso» a su pueblo natal tras hacer fortuna en Perú. Si esta pieza ha pasado a formar parte nuestra tradición lírica es por su música, con temas sencillos y directos capaces de conmover y conectar con todo tipo de públicos. Además, el compositor toledano fue un creador moderno capaz de dar forma a las ilusiones que despiertan en los seres humanos las promesas de amor, poder y dinero.
Al principio de la pieza podemos vislumbrar claramente los intereses subrepticios de la familia, los vecinos de la aldea e incluso las autoridades alrededor de la riqueza del indiano; una batalla de mezquindades que se despliegan a través de un brillante tapiz musical. En la aldea Juan se reencontrará con su amor de juventud, una Adriana ya madura que ahora es madre, viuda y pobre. Él, enamorado de una imagen, la de una mujer joven, encuentra en Rosaura, la hija de Adriana, la promesa de amor con la que soñaba cuando partió y cree poder comprarlo con su dinero.
Mario Gas, que ya había dirigido esta zarzuela hace años, ha aportado una mirada contemporánea sobre este clásico de nuestro teatro sorteando la distancia que este texto histórico podría presentar para un público actual. Gas indaga en los temas esenciales de la pieza, temas perfectamente actuales y pertinentes, y re-construye a sus personajes desde la humanidad y la imperfección, unos personajes que han sido encarnados y reinterpretados en infinidad de ocasiones a lo largo de este siglo y a los que todavía les queda mucho que contar.
Irene Herrero Miguel / @ireneherreromi