Los pasados meses de mayo y junio, una parte del barrio de Los Remedios se instalaba en la sala Exlímite para acercarnos una historia autoficcionada, creada por Fernando Delgado-Hierro, protagonista de la pieza junto a Pablo Chaves Maza. Con el inicio de la nueva temporada, esta amistad vuelve a escena y conecta directamente con aquella primera obra que estos jóvenes actores compartieron en el colegio y de la que recuperan el juego y el vértigo de compartir un puzzle de experiencias universales con el público.
La infancia y adolescencia de dos amigos son exhibidas a partir de pequeñas escenas cotidianas que se quedaron grabadas en sus cuerpos y en un álbum de fotografías y vídeos que completan una memoria individual y colectiva. El contenido audiovisual aparece dentro de una sensitiva escenografía realizada por Paola de Diego, encargada también del vestuario, a modo de recoveco casero y de punto de partida iluminado por Juan Ripoll.
A través de este montaje, la Cía. Exlímite propone un viaje al pasado que conforma la identidad presente y futura, formando parte de un momento social, cultural e histórico del barrio sevillano. Su director, Juan Ceacero, es también codirector del renovado espacio de Usera junto a Gérard Imbert. Tras un año de funcionamiento, su proyecto busca fomentar el teatro de creación y acoger a compañías y creadores madrileños en un intercambio de investigación y reflexión teatral que posibilite la relación con diferentes tipos de público.
Teatro Madrid ha entrevistado a Fernando Delgado-Hierro, Pablo Chaves Maza y Juan Ceacero sobre el reestreno de Los Remedios, su obra más personal con la que construyen un relato propio que comparten con el público a través del teatro. Se trata de una invitación a reencontrarnos con nuestra propia historia, la cual, quizás, tenga puntos en común con la de ellos.
Teatro Madrid.- ¿En qué momento os juntáis para llevar a cabo este proyecto y cómo se trabaja para llegar a ser una obra de teatro?
Fernando Delgado-Hierro.- Yo tenía una idea y el título: ‘Los Remedios’. Le dije a Pablo que teníamos que hacer algo sobre nuestra relación con el barrio y también con el teatro. Le propusimos a Juan que lo dirigiera y que guiara el proceso de creación. Tuve una sensación y tiré de ella como un motor. Empezó desde mí, pensando en Pablo y en mí como arquetipos, pero se convirtió en algo de lo que tirar los tres juntos.
Pablo Chaves Maza.- Todo surgió de una intuición, teniéndolo al principio muy difuso, sin objetivo ni resultado. Simplemente, para hablar de lo que teníamos en común.
Juan Ceacero: En Los Remedios hay dos obras. Una es una especie de ejercicio arqueológico de la memoria, en relación a algo más personal. La otra está en relación directa con la parte más teatral, con ese teatro que hacían ellos de adolescentes, a partir de fragmentos que conservan, que no trabajamos de manera directa pero que, al final, es a lo que más se parece la obra.
TM.- ¿Qué importancia tiene todo ese aporte audiovisual que mostráis?
FD-H.- Todo el material audiovisual que teníamos es como el típico álbum de fotos familiar que tiene que ver con el recuerdo y la reconstrucción. Las fotos y los vídeos tienen algo de misterioso por la identificación que pueda hacer el público al entrar en nuestro universo familiar.
PCM.- Este aporte es fundamental porque representa a toda esa generación que tiene esa opción de mirar atrás y reconstruir su relato con imágenes, diferentes de lo que uno recuerda a veces. Pero, a la vez, ese material es igual de verdadero que el relato que tú te construyes. En la obra, las fotos y vídeos se han convertido en otro miembro del equipo contando cómo fue, cómo éramos y cómo somos. Así el público también construye a partir de todo eso, con pistas que se van completando con las propias experiencias de cada espectador.
TM.- ¿Qué contáis en Los Remedios?
JC.- Es la historia de dos chicos de 30 años que se preguntan de dónde vienen, cuál es su origen, de dónde parte la vocación artística y quiénes son cada uno en relación a todo ello. El núcleo fuerte de la obra gira en torno a la construcción de la identidad personal, profesional y artística de uno mismo en relación a las personas que les han educado, como familias o profesores. Pero, sobre todo, es una obra que habla y busca en la amistad. Y todo ello conecta con el pasado de los espectadores de manera emocional y sensible, con un reflejo inmediato.
TM.- ¿Es un ajuste de cuentas con el pasado o un homenaje?
PCM.- En principio, parecía que partía de un ajuste de cuentas y se ha transformado, al final, en un homenaje. Creo que conviven ambos conceptos porque cuando se mira hacia atrás, se suele hacer las dos cosas.
FD-H.- Nuestro barrio es un sitio del que rechazamos muchas cosas pero, además, es donde nos enamoramos por primera vez, establecimos las primeras relaciones de amistad… Representa algo contradictorio que tiene relación directa con España, con las dos caras, una que da miedo y otra que provoca ternura. Y no se puede separar. Es cariño y crítica a la vez para poder aceptar cosas que no nos gustan como parte de nuestras raíces.
TM.- ¿Creéis que es una obra que sólo habla de vuestro pasado u os ha ayudado de alguna manera a dialogar también con lo que queréis llegar a ser?
FD-H.- Para poder abrazar cualquier futuro hay algo de ser capaz de desenredar ciertas cosas del pasado. Y esto sucede en las funciones. El motor último que hace que para nosotros haya riesgo en ellas es seguir encarnando y reencarnando todas estas cosas para entender, soltar, abrir algo más. Y eso construye nuestro futuro. Para mí es una obra que está cambiando cosas ya en mi cuerpo.
TM.- ¿Cuál es la escena o el momento que vemos que sabíais que no podía faltar en el montaje?
PCM.- Más que una escena, perseguíamos jugar al teatro, volver a disfrutar del teatro como cuando teníamos 13 o 15 años. Y cada vez que, trabajando con Juan, teníamos esa sensación, más claro lo teníamos. El humor nos conectaba mucho y, en nuestra juventud, llorábamos de la risa al hacerlo, a pesar de no tener nada que ver. Pero en el teatro nos uníamos.
TM.- Ese barrio representa un origen de una España profunda y conservadora y religiosa ¿hasta qué punto puede influir todo eso o no en la identidad de una persona?
FD-H.- Influye mucho la gente de tu entorno y, como se muestra en la obra, están muy presentes la religión, una forma de vida conservadora, cosas identitarias españolas. Todo esto te marca y te pueden pasar dos cosas a partir de ello; que te absorba o que te confrontes a ello. Yo sentía una inadaptación desde muy pequeño y hasta que no llegué a la universidad, no entendí que había otra gente parecida a mí y que lo que yo vivía, a lo mejor, no tenía que ser como tiene que ser todo.
PCM.- Los barrios o las ciudades con mucha identidad marcan mucho. Lo interesante es que, en el barrio, al ser tan extrema la situación y los valores y las premisas que te ponen para integrarte es como que todo está muy agrandado y se pone en evidencia. Pero creo que el sentimiento de integración es algo universal. Por ejemplo, yo desarrollé el humor.
JC.- Aunque el imaginario que mostramos aquí es puramente andaluz, es inmensamente universal. Y da igual de donde seas para entenderlo.
TM.- ¿Sois de esos amigos que tienen todo en común o muy pocas cosas?
PCM.- Nada, es el amigo más diferente que tengo.
FD-H.- Tampoco tan diferentes pero sí. Los 20 años juntos, llenos de amistad, pesan mucho y tenemos una mochila muy parecida.
TM.- ¿Qué ventajas o desventajas tiene afrontar un montaje de autoficción frente a otro cualquier en el que no haya nada en común con los personajes que interpretáis?
FD-H.- En cualquier otra obra, tienes que partir de construir unos referentes que aquí ya están dados. Creo que todas las obras habría que hacerlas por derecho, diciendo algo así como “esto que estoy contando, puedo contarlo mejor que nadie porque es la historia de mi familia y la conozco mejor que nadie”. Y, de alguna manera, esta afirmación, esta seguridad es fundamental en el teatro. Ojalá salir a escena siempre con esa seguridad incontestable porque sería una ventaja muy fuerte. Respecto a los inconvenientes, destaca que te remueve más cosas, empiezas a pensar sobre ti mismo mucho más.
PCM.- Cuando te pones en la piel de otro personaje, hay un trabajo de mucha imaginación y te lo llevas a tu vida, llegando a conectar. Pero nuestra conexión en esta pieza es mucho más directa y tenemos miedo de no ser fieles a la realidad o de si nuestra búsqueda le va a interesar al espectador.
TM.- Esta obra, ¿es un sitio feliz?
FD-H.- Es un sitio de placer, en relación a ponerse a hacerla, en cuanto a las funciones. Para mí, ha sido como reencontrarme de manera muy pura, muy plena con el placer de hacer teatro en todas sus posibilidades, sin freno, lanzarse sin miedo. Tiene algo de feliz en cuanto a recuperar las primeras sensaciones que nos daba el teatro, esa excitación.
PCM.- Es un sitio real, con muchísimas caras, con aspectos tristes, aburridos, divertidos.
JC.- Tiene la felicidad de los viajes, de los que solamente te das cuenta de lo vivido justo después, no durante. Deja una huella experiencial y feliz.
TM.- ¿Qué hay en la sala exlímite?
JC.- exlímite es un proyecto que gestiona un espacio de formación, creación e investigación que colabora con otras compañías para desarrollar nuevos trabajos y que, a la vez, es también una compañía, la cristalización de un proyecto artístico global que varias personas hemos puesto en común.
TM.- ¿El teatro es vuestro sitio?
FD-H.- Nuestro barrio era un sitio en el que nos sentíamos fuera de lugar y, en el teatro, nos encontramos a nosotros mismos y con otra forma de comunicarnos. Encontré un sitio en el que podía establecer contacto de otra manera y donde ser más yo. No sé si es mi lugar, pero es un lugar a partir del cual he empezado a encontrar una puerta al mundo.
PCM.- Uno de los sitios en los que más a gusto estoy, sí.
TM.- ¿Qué habéis encontrado en ‘Los Remedios’?
FD-H.- El propio viaje.
PCM.- Sabía que había que ir a buscar algo pero no el qué. He encontrado cosas muy bonitas.
JC.- A nosotros.
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Amanda H C / @Ama_i_anda
Fotos Luz Soria