Almudena Grandes es patrimonio de todos y de todas, es historia de nuestro país, y que una novela suya llegue a un teatro público es un privilegio y un homenaje necesario. La madre de Frankenstein está en la sala grande del Teatro María Guerrero del 29 de septiembre al 11 de noviembre… y la mala noticia es que las entradas están casi agotadas. La buena noticia es exactamente la misma: que las entradas ya están casi agotadas.
El equipo de La madre de Frankenstein es consciente de la importancia de este espectáculo. «De lo que está hablando Almudena es de nuestro país, de nuestras raíces, de lo que somos, de dónde venimos», decía Carme Portaceli, la directora, en la rueda de prensa de la función. «No se puede hacer teatro sin un equipo de gente con el corazón encima de la mesa», resumía Blanca Portillo, que encabeza el reparto. «Queremos transmitir el alma de estos personajes», afirmaba la actriz Gabriela Flores. «Prestamos el alma a estos personajes porque son, o podrían haber sido, nuestros abuelos», añadía Belén Ponce de León. Los nuestros, de todos. Porque «España es tan mía como suya. Usted no es más español que yo», sentencia Germán, uno de los personajes protagonistas.
«No se puede hacer teatro sin un equipo de gente con el corazón encima de la mesa»
En un espacio casi vacío, metáfora de la España de aquella época (¿solo de aquella época?), con un vestuario cuidado, envueltos en un espacio sonoro que acompaña y sobrecoge, con el ruido constante de las cadenas que cuelgan, los personajes entran y salen a escena con absoluta precisión. Esta obra, que dura casi cuatro horas, funciona como un engranaje perfecto en el que cada persona es imprescindible. Es tan así que Portaceli no desaprovecha la oportunidad de mencionar, en la rueda de prensa, a cada miembro del equipo (puedes consultar la ficha artística aquí), y hace hincapié en resaltar el trabajo de Montse Tixé, su ayudante de dirección.
Nombrar es importante, y Portaceli lo sabe, como Almudena Grandes lo sabía. Por eso, a lo largo de toda su trayectoria literaria, nombró. Inventó nombres y apellidos para sus personajes ficticios. Eligió nombres concretos de personajes históricos, para que no desaparecieran, para que no se olvidaran. Para que no se nos olvidaran. Uno de esos nombres es el de Aurora Rodríguez Carballeira, tal vez la parricida más famosa de nuestra historia (mató a su hija Hildegart pegándole cuatro tiros en la cabeza porque «era mi obra y no me salió bien»), que terminó ingresada en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, y cuya historia es tan apasionante que atrapó a Almudena Grandes, a Carme Portaceli, a todo su equipo y, seguramente, a cada espectador que acuda a las funciones.
«Estamos haciendo un acto de memoria», se emociona la actriz Macarena Sanz, que interpreta a María Castejón. Hablamos con ella y con José Troncoso, que interpreta al padre de Germán, a señorito Alfonso y al padre Armenteros.
¿Cómo estáis?
José Troncoso: Muy contentos y contentas de contar esta historia, y hacerlo en este momento. Creo que hay cosas de las que hablamos que hoy tienen una vigencia absoluta.
La sociedad está polarizada y hay mucha gente que no lee a Almudena Grandes, por ideas políticas. ¿Creéis que venir al teatro a ver la función les puede eliminar prejuicios?
José Troncoso: Yo creo que hay que leer aquello con lo que no estás de acuerdo, para poder criticarlo. Eso lo primero. Pero, además, el teatro tiene el poder del presente. Lo que el espectador vive es lo que viven esas personas de carne y hueso que se parecen demasiado a ti como para no empatizar o intentar entenderlos.
Macarena Sanz: Tú lees un libro y es más fácil dejarlo, ¿no? Pero aquí has venido, te has sentado… Pero… bueno, el efecto es el mismo que el de la novela.
J. T.: E incluso se duplica. Yo había leído la novela y cuando supe que se iba a representar pensé: «Ostras, se va a hablar de esto delante del público. Van a revivirse episodios de aquel entonces en carne y hueso». Y eso tiene un poder distinto. Multiplicador.
Ya habías leído la novela. ¿Qué significa haberte imaginado unos personajes y tener que reconfigurarlos ahora con los cuerpos y las voces de tus compañeros y compañeras de elenco?
J. T.: Pues lo bonito es no poder imaginarme ahora otra María Castejón que Macarena, por ejemplo.
M. S.: Yo no había leído la novela. Y es muy bonito tener la novela ahí para crear al personaje, porque puedes acceder a sus pensamientos directamente. Es algo que no ocurre con un texto teatral. Yo creo que muchas veces el elenco acudimos al libro para tener más información. Y lo hacemos con mucho respeto.
«El teatro tiene el poder del presente»
Imagino que el trabajo parte del respeto absoluto a la palabra de Almudena Grandes.
J. T.: Sí, totalmente. No hay ni una sola palabra en el texto que no sea de Almudena. Hay una adaptación, pero la palabra es la de Almudena. Con su cotidianeidad, con esta cosa de tierra y cielo que ella manejaba.
Para ti, José, ¿qué significa hacer tres personajes tan distintos como los que haces?
J. T.: Es un reto. Es la primera vez que hago algo así. Y es un sprint constante. Tienes que salir a escena y estar ya en la temperatura del personaje.
M. S.: Bueno, y a veces sin salir de escena, porque hay cambios de personaje que se hacen ante el público. Y que el público vea ese cambio es muy bonito.
J. T.: Claro, porque se respeta el juego temporal que propone Almudena en la novela. Se juega con los saltos al pasado y al presente también en el espectáculo. Y ese juego al teatro le sienta muy bien.
Y tengo entendido que tú, Macarena, tienes alguna relación con el manicomio de Ciempozuelos.
M. S.: Sí, pero el de hombres, porque mi tío estuvo ingresado allí, porque era esquizofrénico.
J. T.: Bueno, y mi hermana trabajó allí también.
¿Y habéis ido a ver ese edificio ahora?
M. S.: No, pero tenemos que ir. Lo hemos hablado alguna vez en el equipo.
¿Qué tal está siendo trabajar con estos compañeros de escena?
J. T.: Creo que Carme ha elegido a corazones. A gente con corazones que laten de diferente manera y los ha puesto a latir juntos. Suena místico, pero creo que es así. Desde su entusiasmo y su sabiduría nos ha ido acercando a un ritmo común. Ha sido un trabajo muy amable. Durísimo, también, pero placentero.
M. S.: Además, ella, al dirigirnos, ha escuchado mucho nuestras propuestas artísticas individuales.
J. T.: Y también creo que nos ha dirigido la propia novela. Contar esto hace que los egos se diluyan y estemos todos pensando cómo podemos hacer juntos una escena para contar lo que tenemos que contar. Porque eso es lo importante
¿Qué os gustaría que pasara, que sintiera el público, al ver la obra?
J. T.: El público tiene que ser libre y sentir lo que quiera, claro. Pero creo que esta obra puede generar debate. Y creo que el diálogo es interesante. Puede ser que esta obra genere conflicto, es verdad. Pero si generase diálogo me encantaría. Porque es necesario que hablemos, que acerquemos posturas. Que sanemos.
Todas las novelas de Episodios de una guerra interminable permiten que conozcamos una parte de nuestra historia silenciada. ¿Esa es una de las razones por las que entrasteis a este proyecto?
J. T.: Absolutamente. Dejando otros proyectos, incluso.
M. S.: Sí. Me parecía importante contar esta historia. Siempre está bien recordar. A veces cuesta reconocer errores y pedir perdón. Pero admitir crímenes, torturas o robos de bebés, por ejemplo, es el paso necesario para la transformación. Para que lo que estaba invisibilizado aparezca y te transforme.
J. T.: También es importante, para que alguien pueda pedir perdón, que haya un diálogo calmado. Y creo que el teatro tiene el poder de permitir que se despierten las conciencias sin necesidad de panfletos o acusaciones.
M. S.: Además, al partir de una novela, estos personajes tienen mucho desarrollo y son poliédricos. No hay clichés.
En ese sentido, tu personaje es muy terrenal, muy sexual, y muy cándido a la vez.
M. S.: Sí, pero yo no creo que eso sean cosas contradictorias. Muchas veces la alegría o la dulzura se interpretan como inconsciencia. Y el personaje de María, sin embargo (como muchas personas reales), no es inconsciente: es una elección vital. Y me parece muy revolucionario. Ella ha vivido cosas terribles y, sin embargo, decide mirar la vida desde un ángulo luminoso. Y sin olvidar su deseo, también el sexual. Y eso es muy valiente.
¿Con qué frase os quedaríais de la función?
J. T.: La que dice el padre de Germán: «Las enfermedades mentales son dolencias físicas».
Qué importante remarcar esto hoy.
M. S.: A mí me gusta mucho una que dice mi personaje: «Su habitación era el lugar más maravilloso del mundo, la única puerta por la que podía salir del manicomio».
Qué bonita. Muchas gracias y mucha mierda.
Más información y venta de entradas:
Muchísimas gracias por tenerme al tanto de todos los próximos estrenos!!!