Entrevista a María Folguera por 'El cuarto de atrás' de Carmen Martín Gaite

María Folguera posando para las fotografías promocionales del espectáculo.

Cuando le pregunto a María Folguera qué es lo que representa para ella la figura de Carmen Martín Gaite, ella me confiesa que la admira: «por su curiosidad insaciable, por ser una persona que nunca abandonó los temas que le fascinaban, porque probó distintos géneros, formatos, estilos… Porque nunca se conformó con una forma cerrada, fue evolucionando a lo largo de las décadas. Además, fue muy inquieta: también fue traductora, poeta, cuentista, novelista, ensayista, investigadora… Tuvo mucha pasión por las artes vivas y eso es lo que me inspira de ella».

Lo que probablemente María no sabe, es que quien escribe este artículo la admira también a ella. Por cualidades parecidas por las que la entrevistada admira a Gaite: también reconozco en Folguera una curiosidad insaciable, es escritora, directora de escena, dramaturga y gestora cultural. También ha probado distintos géneros, formatos y estilos: ha escrito novelas, teatro, adaptaciones al teatro, ensayos, ha participado en proyectos de investigación y ha sido directora del Teatro Circo Price de Madrid. Como con Carmen Martín Gaite, reconozco también en ella pasión por las artes vivas.

El cuarto de atrás sigue su gira por el país y ya colgaron el cartel de entradas agotadas en el Teatro Abadía de Madrid semanas antes de su estreno. La pieza, adaptada por María Folguera, cuenta con la dirección de escena de Rakel Camacho y con Emma Suárez, Alberto Iglesias y Nora Hernández como intérpretes.

En TeatroMadrid hablamos con la creadora sobre el proceso de adaptación de la novela y sobre la carismática figura de una de las escritoras más importantes de nuestra literatura.

Cuando pienso en la tarea de adaptar al teatro El cuarto de atrás me siento abrumada por la profundidad y complejidad del texto. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo lo planteaste desde un inicio?

El cuarto de atrás tiene una gran teatralidad. La propia Gaite lo señalaba en sus apuntes, en sus notas, en sus borradores… Ella habla de personajes teatrales, habla de decorado, habla, en algún momento, de escenario, y es verdad que hay una unidad de tiempo y espacio que tiene algo de teatro clásico. También encontramos un personaje, que es el hombre de negro, que irrumpe con un conflicto, que es el de cuestionar a la escritora en sus refugios.

A la hora de adaptar el texto he encontrado una fluidez. Para mí ha tenido que ver un poco con la jardinería, esa labor de podar las ramas de un árbol. Este es un texto muy frondoso, lleno de recuerdos, de memorias, de referencias y, para trasladarlo a la escena, hay que aligerarlo, hay que dejarlo en una esencia que los actores puedan encarnar. Mi intervención más grande ha estado en los personajes que interpreta Nora Hernández, que son las mujeres que se van mencionado a lo largo del libro: la amiga de la infancia, la hija que aparece, una desconocida que llama por teléfono… Esa galería de personajes femeninos que percibimos dispersa en la novela, como una presencia fantasmagórica. Lo demás ha sido buscar la esencia, llegar al tronco del árbol.

Emma Suárez actuando en ‘El cuarto de atrás’

¡Justo ahora estamos en época de poda con la llegada de la primavera! ¿Cómo saber distinguir el tronco de esta novela?

No es difícil porque este texto tiene algo de bucle espaciotemporal. Se repiten los temas y el hombre de negro le hace las preguntas siempre con mucho tino, con una diana muy clara. Está claro para mí que los temas principales son la memoria, la intimidad, la evolución de la escritura y la evolución personal de la escritora, el deseo de fugarse frente al deseo de refugiarse —que está en toda la obra gaitiana—, las ganas de viajar y de explorar el mundo, pero también el miedo a hacerlo, el miedo a perderse.

Hay varios momentos en la novela que son claves, ella rememora esa Salamanca de los años 40 en los que se sentía el peso del franquismo, la hipervigilancia social, el control hacia las mujeres jóvenes. También es significativo el momento en el que ella se da cuenta de que ha terminado una etapa cuando ve por la televisión el entierro de Franco. Tiene una especie de epifanía y observa que el dictador ha secuestrado el tiempo y que ahora comienza uno nuevo. Esto le produce ganas de escribir sobre aquella época pero se siente bloqueada.

Luego, por supuesto, está el recuerdo del cuarto de atrás. Un espacio que estaba en su casa de Salamanca y donde ella de niña pasaba mucho tiempo jugando, leyendo, imaginando. Era una evasión frente a la realidad tan gris que le rodeaba. Ese cuarto fue siendo invadido, poco a poco, por la vida adulta.

¿Qué papel dirías que tiene la imaginación a la hora de comprender aquellos sucesos o emociones que no terminamos de asimilar en nuestra vida?

La imaginación es fundamental, sobre todo por lo que dice el hombre de negro, porque nos ayuda a perdernos y a aparecer en un lugar que no imaginábamos. El hombre de negro habla del cuento de pulgarcito y dice que gracias a que él se perdió tuvo la oportunidad de crecer y, sobre todo, de no volver al punto de partida, que era un lugar pobre y opresivo. Habla mucho de este cuento en la novela: ese miedo de volver a casa pero, en el momento en el que te pierdes, descubres que ese periplo te hace evolucionar y, sobre todo, esa necesidad de perderle el miedo al miedo. Este sentimiento se repite mucho en la novela, de hecho el hombre de negro intenta hacerle ver que no tiene que tener tanto miedo, que tiene que confiar en su imaginación.

¿Cuánto de importante crees que es para el ser humano tener a ese «hombre vestido de negro» como testigo o interlocutor no solo de nuestra vida interna sino del momento histórico que nos toca vivir?

Carmen Martín Gaite escribió el ensayo La búsqueda de interlocutor, que también es una gran aportación que hizo al pensamiento, en el que reflexiona que escribimos para alguien, que no existe conocimiento sin comunicación y que necesitamos a alguien que nos pregunte, que nos inquiera, que no se conforme con nuestras respuestas… Gaite odiaba la sociabilidad por convención, el mantener las relaciones solo por protocolo. Pensaba que estas tenían que estar vivas y tenían que llevarnos hacia lugares que desconocíamos o que temíamos.

Luego ella, en su obra, posteriormente, amplió esa idea del interlocutor. En El cuarto de atrás sigue habiendo un peso masculino, un hombre que adoctrina de alguna manera pero que también valida. También fue encontrando la figura de la amiga, la interlocución entre vivos y muertos, personas que han fallecido desde hace muchos años y que siguen siendo nuestros interlocutores.

En El cuarto de atrás son numerosas las afirmaciones sobre el poder terapéutico de la escritura. ¿Qué ha aportado a tu vida la adaptación de esta pieza?

El universo Gaite es tan grande y tan amplio que todavía sigo conociéndolo. Lo que me inspira sobre todo es su vitalidad. A pesar del paso del tiempo, a pesar de los grandes dolores que se pueden vivir en la vida —como en su caso fue la muerte de su hija Marta—, admiro cómo ella hizo del compromiso con la escritura una manera también de responder a esos dolores. Esa capacidad de evolucionar de Martín Gaite es inspiradora para las décadas que vienen.

Las últimas temporadas hemos visto muchas novelas adaptadas al teatro: Los santos inocentes, Rabia, Nada, Las guerras de nuestros antepasados, Caperucita en Manhattan… ¿Qué dirías que aporta el teatro a estas obras literarias?

Como bien dice Italo Calvino en Por qué leer a los clásicos, un clásico es algo que nunca vamos a terminar de leer. Y precisamente, cuando lo vemos en un trasvase como de una novela a escena o con otra forma distinta, de repente encontramos nuevas texturas o significados. El teatro, además, es un rito social y lo compartimos en grupo. Esa vigencia se manifiesta en cómo la audiencia conecta con ese libro que creíamos conocer.

En mi caso, con El cuarto de atrás, que ya lleva un tiempo de gira desde su estreno, estamos viendo que no es un libro tan leído y que el público, tras ver la obra, siente curiosidad de leerse la novela. Para mí esta es una de sus obras maestras y siempre recomiendo El cuarto de atrás cuando me preguntan qué obra de Gaite leer.

¿En qué dirías que fue pionera Carmen Martín Gaite?

Ella fue pionera en España en reivindicar lo popular, lo infantil, lo que se considera menor desde el punto de vista del prestigio. En prestar atención a lo pequeño: las retahílas, los juegos infantiles, las coplas, los cuentos de hadas y en cómo, a partir de ahí, modelar ensayos de pensamiento, novelas que son ensayos o novelas más puras, el collage, sus cuadernos de apuntes… Fue una escritora muy abierta a las formas, a los géneros y muy desprejuiciada. En España se le da mucha importancia al prestigio, hay mucho miedo al ridículo, a lo sentimental. Las personas que nos movemos en el mundo de la cultura tenemos mucho miedo a ser tildados de cursis y ella fue atrevida con ese punto de vista.

Y, desde luego, me parece pionera de la autoficción, que es un término problemático porque también creo que autoficción es casi toda la literatura. Ella casi nunca fue explícitamente autobiográfica pero sí transformaba sus vivencias personales en ficción.

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