La tabernera del puerto de Pablo Sorozábal regresó al Teatro de la Zarzuela el pasado viernes 19 y se podrá ver hasta el 28 de noviembre. Pocas horas antes del primer ensayo general pudimos hablar con el gran maestro Mario Gas, que firma la dirección de esta propuesta, que ya se estrenó sobre la mismas tablas en el año 2018. Mario Gas nos habló sobre los retos de dirigir una zarzuela, sobre su perspectiva sobre el arte contemporáneo y no contó el motivo por el que esta pieza tiene para él un valor especial.
Entrevista a Mario Gas
Bueno, ¿cómo estás? ¿preparado para el estreno?
Mario Gas. Sí, ahora ya prácticamente está todo hecho. Ahora a ver los dos ensayos generales con los dos repartos. Y bueno, a modificar pequeñas cositas pero el trabajo está todo hecho ya.
Habéis tenido que superar bastantes obstáculos, huelgas, pandemias… Ha sido un reto llegar hasta aquí, ¿no?
M.G. Sí, ha sido reto sobre todo porque es una reposición con parte del elenco nuevo, entonces siempre es como remontarlo otra vez. Cambias cosas, añades otras, quitas otras, las pules. Es casi, casi como un estreno con la gracia de que ya se ha hecho, ya se ha probado, ya se ha visto que al público le gusta. Entonces eso te da una cierta tranquilidad. Te quita la incertidumbre, aunque claro, cada vez es diferente. Veremos qué ocurre. Esperemos que vaya muy bien
El público del Teatro de la Zarzuela es muy fiel y sabe muy bien lo que le gusta.
M.G. Sí, el público de la Zarzuela es muy fiel, pero cuando se rebota, se rebota.
Es un público exigente.
M.G. Sí, no es fácil, no es fácil.
Bueno, entre nuestros lectores hay espectadores de zarzuela, pero muchos también que no son tan asiduos, ¿qué van a encontrar aquí?
M.G. Van a encontrarse una historia con música. Una obra de teatro en la que la música es la parte sustantiva, la música vocal y orquestal. Y eso está sustentado en una historia y en un texto. Esta es la máxima dificultad que tiene la zarzuela por encima del a ópera. En la ópera los cantantes pueden componer un personaje pero siempre apoyados en la palabra cantada, en cambio, en la zarzuela, como en la opereta, como la ópera del siglo XVIII o la ópera popular, hay que hablar. Hay que conjugar la parte interpretativa cantada y la parte interpretativa hablada. Colocada en el sitio de la voz para que tenga naturalidad, para que sea verosímil. para que no sea un pequeño subterfugio o excusa que une las partes cantadas. Por suerte, los cantantes y las cantantes están cada vez más preparados y cada vez tienen más granas de trabajar. Cada vez se da más importancia al elemento escénico. Se dice mucho que los libretos de la zarzuela están muy obsoletos. Este es un muy buen libreto. Tiene de todo, como esas películas de los años 40 y 50 como «El mundo en sus manos» de Raoul Walsh, o «Los Gavilanes del Estrecho». Es una historia es un pueblo marinero, es una historia de contrabando, de amores ocultos, de engaños, de una gente extranjera que perturba un poco esa pequeña vida oscura de ese mundo de pescadores y ese mundo maledicente y pequeño que, de repente, se deja deslumbra por lo extranjero y por aquello que no es conocido. Es un libreto que está muy bien, se sigue muy bien. Yo solamente he quitado aquellas cosas que creo que han quedado un poco obsoletas, pero está el grueso del libreto. Eso es lo que verán, una historia de amor, de traición, de contrabando, de aventuras.
¿Se puede hacer una lectura contemporánea de esta propuesta?
M.G. Yo creo que la contemporaneidad está en la propia esencia de las cosas, tu puedes cambiar la época, crear un meta lenguaje para que la cosa se aproxime. Yo creo que tabernera hay que restituirla a su propio sitio, quitarle el folclorismo del que a veces se ha visto revestida la zarzuela y en esta ocasión está todo en su sitio. En «Los Gavilanes» he cambiado la época, de 1845 a 1925. En otros espectáculos que he hecho de música a lo mejor he introducido otra manera de explicarlos. En «La Tabernera…» mi pretensión es explicar la historia desde dentro y que produzca placer viéndola. Es una historia entre dramática y cómica, tiene todos sus momentos.
Para muchos esta es una de las piezas más relevantes del repertorio, «la última Gran Zarzuela»…
M.G. Se dice que es una de las últimas grandes zarzuelas. Sorozábal es uno de los últimos grandes compositores de zarzuela con una obra estrenada y amplia… Tiene desde sus años de compositor zarzuelas, para mí magistrales, como Black el payaso, Adiós a la bohemia, La eterna canción, El manojo de rosas y La tabernera del puerto. Esta es una obra a caballo entre el 36 y el 40. Está escrita en los últimos años de La República. Es una obra que se nota el olfato, la decantación contemporánea del compositor en el tratamiento orquestal, no ya en las melodías sino en la orquestación, en la armonía. Y también una cierta modernidad en la manera de tratar la historia. Visto ahora, todas las metáforas que queramos transponer están ahí y no hace falta obviar, facilitar, masticar la cosa para que el público tenga la sensación de que está ante un espectáculo contemporáneo. Para mí un espectáculo contemporáneo es aquel que es bueno y te produce sensaciones.
Me da la sensación de que todos los proyectos dejan en nosotros una huella, un aprendizaje, ¿con qué te quedas de La tabernera del puerto?
M.G. Mira, La Tabernera del Puerto es una obra que me acompaña desde mi infancia, desde mi nacimiento. Mi padre estrenó la parte de bajo en Madrid y a lo largo de su extensa carrera de bajo cantante en zarzuela constituyó una de sus obras más celebradas. Entonces, para mí, tiene un componente emotivo, sentimental, enorme. Pero como director de escena yo tengo la obligación de olvidarme de eso y colocarme en un lugar en el que pueda explicar lo mejor que pueda la historia al público. Me llevo una gran satisfacción por haber montado algo que, de algún modo, me ha acompañado y me acompañará siempre.
¿Cómo se dirige una zarzuela? ¿Desde dónde se aborda este trabajo?
M.G. Se dirige como se dirige una obra de teatro, un musical, una ópera… Tiene algo de particular y es que trabajas con cantantes que tienen un formación interpretativa diferente a la de los actores. Trabajas con partes musicales y partes habladas, tienes que coordinarte con el director musical, que tiene muchísimo que decir, ya he dicho que la parte sustantiva es la musical. Intentar que todo funcione con verosimilitud, que sea un espectáculo potente, que no tengamos vicios, que no sea convencional, que no sea una cosa que acumule el polvo encima sino que esté fresca y que pueda interesar a un público de hoy en día. Dirigir, dirigir se dirige igual que el resto de obras de teatro: dirigiendo (se ríe).
En cuanto a la escenografía y el vestuario, se trata de una propuesta interesante. Repites equipo de nuevo…
M.G. Hablar de Ezio Frigerio o de Franca Squarciapino es hablar de dos grandes del teatro universal desde la segunda mitad del s. XX. Esta es la séptima vez o octava que trabajamos juntos, hemos hecho ópera, zarzuela, teatro de texto… Yo me entiendo muy bien con ellos, ellos son muy buenos. Entonces se trata de discutir una idea y estar siempre preparados para la sorpresa e ir tejiendo un lenguaje común que pueda ser asumidos por todos. Aquí queríamos un cromatismo grisoso. El Sol llega tarde. Un lugar brumoso del mar cantábrico. No se sabe si es el País Vasco o es un poco Cantabria o es un poco ahí, al medio. Entonces yo creo que todo eso está muy bien reflejado. No irse a un naturalismo excesivo. Ni a una cosa así folclórica. Atender esa esencia de brumalidad. Buscar cosas que aparentemente sean realistas pero con resonancias expresivas muy contundentes.
¿Reconoces en este montaje otros elementos presentes de tu obra?
M.G. Mira, uno no está para pensar si tiene un estilo determinado. El estilo lo pueden marcar los que ven tus trabajos, pero pensar en que tienes un estilo e ir a por ello es caer en un ismo, en un amaneramiento, en manierismo que a mi no me interesa. Supongo que visto desde fuera mis trabajos deben tener puntos en común porque reacciono de una manera similar antes los textos que me interesan o ante la vida cotidiana, ante el arte y ante todo. Supongo, pero yo no puedo perder, ni quiero, perder el tiempo en firmar los espectáculos. Yo intento desde mi punto de vista, desde lo que yo creo que veo, entiendo y siento y contando con los demás, contando con los elementos vivos con los que trabajas intento sumergirme en aquello que me ha fascinado para devolverlo de una manera total para intentar que el público se fascine como me he fascinado yo. Siento fascinación casi siempre con todo lo que hago si no, no lo haría
¿Cómo ha sido el trabajo con el elenco? Trabajar con distintos repartos….
M.G. Eso es una dificultad añadida, por suerte tengo un equipo de ayudantes estupendo y unos cuantos actores que están fantásticos en la función, también colaboran y hacer de coach de los cantantes. Los que ya lo han hecho lo tienen muy asumido, los que no pues entran en el personaje, se ven el vídeo. Hablamos un poco de todo… Cada cantante es diferente. Puede haber uno que tenga una mayor plasticidad, mayor experiencia, otros que son más jóvenes y empiezan. Bueno, hay que empezar y hay que dirigirles según el estado en el que ello estén del concepto interpretativo ,entonces, a veces hay que arremangarse.
Entre esta gente que plantea que los textos de la Zarzuela están un poco obsoletos, hay mucha gente joven. Desde el Teatro de la Zarzuela se está trabajando para atraer a públicos más jóvenes, ¿cuál es tu percepción?
M.G. Yo percibo que es obvio y evidente. Hay textos como en el teatro hablado, como en todo, que han quedado obsoletos, que no responden a lo que son los tiempos actuales y, sin embargo, esas zarzuelas, gozan de partituras mucho más ambiciosas, más pegadizas, más populares o más interesantes. Ahí se puede hacer de todo, primero cortar, adaptar, mirar cómo se restituye. De todos modos, al teatro a veces se le exigen cosas que no se le exigen ni al cine y a la novela. Tu te lees una novela histórica y te parece muy bien e incluso, según cómo sea el autor, ves un posible paralelismo entre esa época y la actual, pero el autor ha querido explicar una historia ubicada en un momento determinado. En el cine también, no sé. Nos gustan las películas de romanos, de la Edad Media, del futuro. En cambio en el teatro parece que tuviera que tener una inmediatez de chándal y meter metalenguaje en medio. No digo que no esté bien. Todo está permitido en arte cuando se hace con talento. Pero hay mucha superchería y yo creo que hay que trabajar para buscar el mundo de unión entre lo que explica la historia y el ahora. Por ejemplo, yo en Los Gavilanes he cortado 45 minutos de texto.
¿Alguna forma de conectar con esa gente más joven?
M.G. Yo creo que tanto en la ópera como en la zarzuela, como el los musicales. Yo creo que hay que apostar por la renovación de textos y de partituras y trabajar con una perspectiva contemporánea con el legado histórico que tenemos, que unos serán mejores, otros peores, unas épocas de podrán adaptar, otras no. Otras habrá que hacer en concierto porque la música vale la pena escucharla. Es aleatorio todo eso. PEro es verda que para que un género siga en pie hay que contar con toda la tradición, con toda la contemporaneidad y con todo el futuro.
Has dirigido un montón de géneros distintos, ¿te queda algo por hacer?
M.G. Mucho, yo estoy empezando (se ríe). No, todo. Yo me acerco a todos los textos con la misma ingenuidad que al principio. Si me gusta lo que explica y cómo lo explica, es igual un drama, una tragedia, una comedia, un griego, un Shakespeare, una comedia musical, una zarzuela, un ópera, un teatro no verbal. Depende de lo que explique y lo que yo me sienta involucrado. Creo que el teatro explica cosas y produce cosas, emociones, y eso hay que respetarlo.
¿Nos hablas de algún proyecto que tengas entre manos que te de un poco de vértigo?
M.G. A mí me da vértigo todo. Cuando empiezo a ensayar una obra me entra un pánico tremendo al principio. Quisiera no empezar. Cualquier proyecto que tengo entre manos, que tengo varios ahora, me produce ese vértigo.
Irene Herrero Miguel / @ireneherreromi