Núria Espert (L’Hospitalet de Llobregat, 1935) es una de las figuras más importantes que ha dado el teatro de nuestro país a lo largo de los siglos XX y XXI. Su proyección internacional no puede compararse con ninguna otra figura teatral de su tiempo. Ha interpretado a los mejores personajes femeninos creados a lo largo de la historia: Fedra, Medea, Bernarda Alba, Electra, Lucrecia, la Celestina… El director teatral Peter Brook dijo que es «un vaso de agua que, en tan sólo un segundo se puede congelar y hervir». Espert lleva dentro la pasión que hace vibrar los papeles que elige. Ha vuelto a subir al escenario para dar vida a una de las protagonistas de la obra La isla del aire, adaptación de la novela de Alejandro Palomas dirigida por Mario Gas.
A sus 88 años, ¿aún no ha perdido la pasión por su oficio?
Nunca he perdido la ilusión. La mantengo intacta. Siempre he puesto el mismo entusiasmo y he continuado adelante como hace la gente de teatro. Los retos nos gustan.
¿Qué le sigue proporcionando el teatro?
El teatro es el eje de mi vida. Me hace sentir completa.
Ha vuelto al Romea en Barcelona con esta obra, el teatro en el que empezó con sólo 13 años. ¿Qué recuerda de esos inicios?
Se estaba formando la primera compañía de teatro catalán de la posguerra. Alguien me oyó en el Nido de Arte del Liceu, un señor llamado Pujals, relacionado con el Romea. Se acercó a mis padres y les dijo: «¿No les gustaría que Nuri trabajara en el teatro?». Me dijeron que me harían una prueba. Yo estaba, como de costumbre, atemorizada. El domingo fuimos los tres al Romea, repeinados, perfumadísimos. Entramos en el despacho de Joan Fernández Castanyer, el empresario. Estaban, entre otros, Josep Maria de Sagarra, Xavier Regàs, un tal Serrat, que después dirigió y era actor de carácter… eran los padres de la «reanudación», el relanzamiento del teatro en catalán. Les recité La pubilleta y Sagarra dijo: «Esta niña tiene unos cojones como un toro». Unas semanas después empecé a ensayar.
Empecé a oírla cuando ya trabajaba como actriz. Antes yo no tenía ese entusiasmo que debía tenerse para ese oficio. La decisión fue muy repentina. Me encontré con que veía todas las funciones entre bastidores, que me sabía todos los papeles de memoria, que me gustaba este actor porque me parecía que era más natural… Me estaba convirtiendo en una aspirante a actriz y aprendí lo que era necesario y lo que no debía hacerse.
Celestina, Medea, Yerma, Maria Callas, Lucrecia… Ha hecho suyos a los personajes más míticos del repertorio nacional e internacional.
Cuando te enfrentas a un personaje nuevo, es tan estimulante, que debes tomarte un calmante porque te abre el camino a una persona nueva, a una nueva personalidad. A esto debe ayudarte el director y yo he tenido una suerte maravillosa de poder contar con grandes directores. Siempre he buscado fervientemente a directores magníficos, lo que me ha hecho aprender muchísimo de todos ellos.
¿Asumir un texto contemporáneo siempre es más arriesgado?
Cuando te presentan un texto de un autor contemporáneo, son muchas las preguntas que me hago. Es por la confianza que tengo en Mario Gas por la que he aceptado este proyecto. Podría haberme embarcado en una aventura mucho más sencilla. Me pareció que de donde yo podía sacar algo era de aquí, del personaje que interpreto.
Mencía, la matriarca de la familia, la más experimentada.
Un personaje enorme, un ser conflictivo, inteligente, maligno, adorable, madre y abuela, totalmente sola.
Un personaje complejo también de interpretar.
No ha sido fácil dar varias versiones de esta mujer que va repitiendo «tengo noventa años, tengo noventa años». Tiene la cabeza bien, pero tiene unos problemas que aparecen y que asustan muchísimo. Me gustó la idea de explorar este personaje complejo que, como la obra, tiene un tono trágico.
Ocurre muy pocas veces que te impliques tanto en el personaje. Y esto es gracias al texto del autor y a la dirección de Mario. Hacen que te reconozcas, que entiendas sus flaquezas, su sufrimiento. Pero también que, detrás de todo este dolor, debe haber una luz de esperanza. Y es esa luz la que damos al público para que se la lleve a casa. Todas sentimos que estamos contando nuestra propia historia. Este texto ha sido un gran descubrimiento por todos nosotros. Es un texto magnífico, muy especial. Palomas es un dramaturgo extraordinario.
Su nombre va unido a la excelencia y al amor en el teatro. ¿Cómo resumiría su trayectoria?
He trabajado mucho, he tenido mucha suerte. He podido rodearme de las personas adecuadas. Resumiendo, una vida maravillosa.
De retirarse, ni hablamos.
No tengo claro cuando me retiraré, pero el día se va acercando.
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