Silvia Agüero: «He investigado la Gran Redada, pero nunca la había llorado»

Irene Herrero

Este miércoles 18 de mayo se ha estrenado No soy tu gitana, la nueva producción de Teatro del Barrio. Un monólogo que interpreta Silvia Agüero, de cuya dramaturgia se ha encargado ella misma junto con Nüll García, directora del montaje. Pamela Palenciano se ha ocupado del trabajo actoral en esta producción en la que también colabora Pretendemos gitanizar el mundo. Hablamos con Silvia Agüero y Nüll García sobre esta experiencia.

Entrevista a Nüll García y Silvia Agüero

¿Cómo te has sentido trabajando con un material tan personal que te afecta y que te importa?

Silvia Agüero: Bueno, el material es de «Pretendemos gitanizar el mundo» que es nuestra asociación, de la cual soy presidenta hasta dentro de poco, y es una investigación propia de Nicolás Jiménez y mía. Yo tenía un taller y lo hacía súperbien y llego aquí al teatro y siento que no he llorado nunca esto. Y ahora en todos los ensayos lloro la Gran Redada. Antes la contaba, la he investigado, sabía los nombres de todas las mujeres gitanas que intentaron fugarse, sabía lo de las niñas, pero nunca la había llorado de esta manera. ¿Cómo te quedas? Es duro, pero también liberador, porque además siento que es un momento muy histórico. O sea, siento que lo lloro por todo el mundo. El otro día vinieron tres o cuatro gitanas a ver un ensayo y se fueron llorando y yo las escuchaba llorar… No podían calmarse. Y es que duele, es que lo llevamos en la memoria. El pueblo gitano lleva en el subconsciente la historia de opresión. Así que, bueno, es duro, pero también es liberador y es una historia que también es tuya y vuestra.

El teatro se basa en la repetición, ¿cómo te enfrentas a la repetición de algo que es tan doloroso?

S. A. Hoy (en el pase de prensa) me ha costado mucho repetir la Gran Redada.

¿Cuál es tu experiencia en el teatro?

S. A. Yo no soy actriz, no he actuado nunca en mi vida.

¿Y qué tal?

S. A. Pues mira, Pamela Valenciano y Nüll García me han hecho un máster en interpretación en un año y medio. También era la primera vez que escribía teatro. Yo escribo normalmente artículos de opinión y ensayos y, de repente, escribir una obra de teatro… Pues la verdad es que me mola el rollo (se ríe).

¿Cómo surge este proyecto? ¿En qué momento te atreves a dar este paso?

S. A. Un día Pamela me estaba cuidando a la niña y fui a recogerla y me dece «tía, tú ¿por qué no haces un monólogo que tienes mucha vis cómica?». Y yo me quedé pensando y digo «hostia, pues sí, pues sí». Luego conocí a un Nüll García y dije «jo, esta tía es la que tiene que escribir conmigo». Fue superrápido. Pensábamos buscar pasta para hacerlo, yo pensaba que serían cuatro años o una cosa así y nada. Pamela se lo presentó al Teatro del Barrio y dijeron «sí, lo queremos, lo producimos entero». Es muy emocionante. 

Imagen del espectáculo teatral 'No soy tu gitana' en el Teatro del barrio

¿Cómo llegaste al activismo?

S. A. Lo conté hace poco en un libro que acaba de sacar Píkara: ‘Mi feminismo es gitano’. En el gueto donde vivíamos, un «poblado gitano», había un muro que rodeaba todo. Eran casas prefabricadas hechas mierda con ratas, tipo chabolas. Y un día el camión de basura se cargó un lado del muro. Al otro lado del muro había campo y nada más. Y así quedó. Los niños empezaron a pasar al campo, nadie subió a arreglarlo, nadie viene nunca a arreglar nada. Y un día subieron tres payos borrachísimos con la Guardia Civil a decirnos a todos los gitanos que éramos unos embusteros, que habíamos roto el muro que no sé cuánto… Nosotros estábamos ahí cantando con los niños y las niñas y tal y justo uno de los niños estaba subido en un ladrillo, un niño que tenía 16 años, primo mío. Y no sé, estaba ahí subido y se cayó justo enfrente de los payos y de la Guardia Civil y se lo llevaron preso. Tuvimos que bajar más de 200 gitanos a declarar a la Guardia Civil. Y ese momento fue… ¡Hostia! Ese momento de click, es como el click feminista, que dices «hostia, que esto no es a mí, que esto va más allá de todo, esto es universal». En ese momento pensaba «200 gitanos declarando contra la voz de tres payos y esto pasa todos los días».

Hablas del click del feminismo, como mujer gitana, ¿sufres una discriminación doble?

S. A. Múltiple. Siempre lo digo. El patriarcado ya es múltiple y el racismo suma. Es economía, violencia, planificación familiar constante, tutorización de la maternidad…

Estamos en un momento en el feminismo como para echar más leña al fuego

¿Y piensas también que desde el feminismo se obvia un poco la realidad de las mujeres gitanas?

S. A. Sí, bueno, estamos en un momento en el feminismo como para echar más leña al fuego, ¿sabes? Pero sí, al final siento que soy más dura con mis compañeras feministas que con otras personas. Y esto no está bien porque bueno, pues ahí estamos, intentando también entendernos. Igual que no nos podemos quitar el machismo, que todos los días tienes que estar mirándote, pues el racismo es igual.

Nos cuesta aceptar que todos y todas somos un poco machistas, ¿qué tal el racismo?

S. A. A la gente le cuesta, le jode. Y con el tema gitano… es muy «made in Spain» esto. Dicen «a mí no me importa que vengan negros, pero los gitanos…»

La gente piensa que hemos venido con un platillo volante y nos han soltado aquí y no, llevamos 600 años aquí.

¿Y por qué crees que es esto?

S. A. Porque se ha silenciado la historia. Llevamos 600 años aquí, 600 años de literatura antigitana, con Cervantes a la cabeza, la primigenia del antigitanismo en la literatura es Cervantes. Luego Víctor Hugo, ‘Carmen’ de Mérimée, la ópera de Bizet, Zemfira, que el personaje de Pushkin… O sea, todo el rato. Y esto se ha quedado como rumor popular, se ha quedado en la mente y se ha quedado porque los políticos de entonces lo dejaron atado. Carlos III, que era el rey que vino después de Fernando de Borbón dijo «borrad lo que ha hecho mi hermano para que no dañe su memoria». Y lo borró, borró la Gran Redada. La gente piensa que hemos venido con un platillo volante y nos han soltado aquí y no, llevamos 600 años aquí.

¿Cómo ha sido la parte de documentación?

S. A. El trabajo de documentación ya lo habíamos hecho en ‘Resistencias gitanas’ y en el de ‘Mi feminismo es gitano’ y en Pretendemos gitanizar el mundo nos dedicamos a eso, tenemos un blog y e investigamos quitándole esa cuestión antigitana y machista. Lo que hacemos es revisar bien todo lo que hay. Nos sirvió mucho el trabajo de historiadores como Manuel Martínez, que es payo. Lo tengo frito porque no tengo pasta para irme a Zaragoza y todas las investigaciones y todos los documentos que tiene se los pido, se los robo (se ríe).

Es importante eso de revisar la historia, ¿no? De alguna forma pensamos que todo lo que está en los libros es exactamente lo que pasó. 

S. A. Claro, no es lo mismo que un documento sobre Rosa Parks lo lea un payo blanco de Murcia o una mujer negra. Lo quieren vender todo como una heroicidad y las cosas son de otra manera. Tienes que ver cómo se ha desarrollado tu propia epistemología y desde tu ser. Nos decían que estábamos amancebados y no es verdad, es que nos casábamos por nuestras propias costumbres.

A mí no me importa dar el estereotipo de nada, yo soy gitana

Se acusa mucho a la cultura gitana de machista, ¿cómo se defiende la identidad y a la vez se protege del estigma?

S. A. A mí me parece bien. Yo me casé con un gitano en una boda gitana y ese es mi problema, yo soy feminista. Que cada uno haga lo que quiera. ¿Y si yo quiero ir en bata y zapatillas? A mí no me importa dar el estereotipo de nada, yo soy gitana. No creo que haya que amoldarnos para que seamos universitarios y entonces ya no digan que no gitaneamos. El problema lo tiene la sociedad.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura de la obra?

Nüll García: Pues mira, viene de un taller que hacía Silvia. Me propuso que hiciera la dramaturgia con ella y entonces lo primero que hice fue ver el taller que tenía para ver lo que a mí más me llamaba la atención. Luego nos pusimos a investigar todo y como Silvia ya se lo sabía, me mandó cosas para leer. Y esto, y esto, y esto y esto… (se ríen). Y entonces ahí fuimos construyendo con post-its de colores. Vimos que era interesante contar cronológicamente desde que llegan los gitanos al Reino de España, las primeras leyes antigitanas y luego cómo se fue construyendo el antigitanismo a través de la literatura. Ha sido un proceso precioso, para mí, de los más bonitos de mi vida artística.

«Estamos como en el otro lado, el de los opresores y no mola tanto, pero esta es la historia»

¿Cómo ponéis en común vuestros universos viniendo de realidades tan diferentes?

S. A. Escuchando. Ella ha tenido mazo de paciencia conmigo explicándome todo.

N.G. Sí, con escucha, porque al final yo tenía muy claro que yo estaba aquí poniendo todos mis recursos y mis conocimientos para ayudar a Silvia a contar esta historia de la mejor manera posible. Que esta historia también es mi historia al final y es importante también sentirla como mía, porque la historia del pueblo gitano, aquí en este país, también es nuestra. Lo que pasa es que estamos como en el otro lado, el de los opresores y no mola tanto, pero esta es la historia. Mirémosla de frente, riámonos todo lo que podamos de ella y cuanto más conozcamos la historia, menos daño seguiremos haciendo.

Imagen del espectáculo teatral 'No soy tu gitana' en el Teatro del barrio

«Más difícil fue la primera vez que vendí el mercado»

¿Os da miedo o vértigo cómo pueda reaccionar el público gitano?

N.G. Yo tengo muchas ganas. Un poco de vértigo a lo mejor, pero miedo no.

S. A. Tengo miedo a los payos políticos, a los gitanos no. Yo le decía a Nüll el otro día «más difícil fue la primera vez que vendí el mercado».

Hay una frase que dice «Entregamos la lengua para no tener que perder la vida» ¿Cómo ha sido recuperar el romanó?

S. A. Esa es la frase que me rompo. Es de un artículo que escribí que se llama ‘La lengua o la vida’. Y habla de esto. Sí, es difícil. Mi marido, Nicolás Jiménez, ha sido consultor y traductor de la obra y es el único gitano en el Estado Español que habla y que traduce a romanó. Al final siempre dice que los gitanos y las gitanas tenemos la lengua ahí, que es fácil. Lo dice para animarme, porque realmente viene del indosánscrito y se parece más al hindi que a absolutamente nada de español. Pero me gusta mucho y sé que él también va a estar feliz porque ama mucho la lengua.

¿Se habla en alguna parte?

S. A. Se habla en todos los países del mundo. Los gitanos de todo el mundo excepto en España. Un gitano de Serbia puede hablar con uno de Colombia sin saber inglés. La opresión aquí sobre el idioma ha sido muy fuerte porque te mataban. ¿Cómo controlas que tu hijo no hable romanó en la calle? Es imposible, pues al final no se lo enseñas.

¿Crees que los gitanos tienen presente esta historia?

S. A. No, es algo que está en el subconsciente colectivo, como algo ahí que siempre nos han perseguido. Pero no, esto no se sabe.

«Pensar que van a venir los gitanos a verme a mí también es racismo»

¿Y tenéis alguna estrategia para acercar al público gitano al Teatro del Barrio? 

S. A. Siendo el 2% de la sociedad, deberíamos de ser el 2% en el teatro. Pero el 98% del pueblo gitano estamos en riesgo de exclusión social. Yo voy a ceder entradas, pero no es un ámbito donde vayan los gitanos o las gitanas. Esta es una historia para todo el mundo y tenemos otras formas de acercarnos al pueblo gitano. Pensar que van a venir los gitanos a verme a mí también es racismo. 

N.G. Bueno, pero sí que es verdad que a lo mejor el que se hable de la historia del pueblo gitano puede hacer que se sientan apelados desde otro lugar. Puede hacer que les interese. 

S. A. Sí, no es por falta de interés, es por falta de dinero. Si ese día has tenido que ir al mercado… Invité al Julián, un chico que es activista, que tiene un canal que se llama ‘Tendencias gitanas’, y me dijo «Prima, es que el domingo estoy en el mercado». No es falta de interés.

Habladme del espacio. 

N.G. La escenografía la ha diseñado Aylin Vera y todo parte de esta transmisión oral de toda la vida, como si estuvieses en un patio de vecinas, con tus primas, tus amigas… Aylin Vera es chilena y es del pueblo aymara. Y también está muy vinculada con el racismo y la pérdida de la identidad del pueblo. Cada uno de los palos que soportan el tendedero es de un color que representa las tonalidades de la piel. La idea es que Silvia pudiera hacer esta obra en cualquier lado, saca su tendedero, coge su vestuario, su atrezzo y da vida a cada personaje.

Escrito por
Irene Herrero

Soy periodista, aunque me dedico también al marketing y la comunicación cultural. En los últimos me he atrevido a dar el paso hacia la dramaturgia y la dirección escénica y creo que ha sido amor a primera vista.

Creo en el poder transformador de las historias y nunca salgo de casa sin mi cuaderno.

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