‘Tom en la granja’, las consecuencias de aprender a mentir antes que a amar

José Antonio Alba

El Fernán Gómez estrena Tom en la granja, una obra sobre la homofobia y las consecuencias de “aprender a mentir antes que aprender a amar”

“Nunca hay que decir la verdad” dice el personaje central de Tom en la granja en un diario que dejó en la casa familiar antes de morir. Esta es la primera obra que se estrena en España de Michel Marc Brouchard, uno de los más importantes dramaturgos canadienses. Una obra sobre la homofobia y la mentira en el medio rural, “es difícil imaginar lo dura que puede ser una vida construida alrededor de las mentiras y las consecuencias que puede tener aprender a mentir antes que aprender a amar”, dice el autor.

Tras la muerte de su novio en accidente de moto, Tom, un joven ejecutivo urbanita, viaja al pueblo de su novio, en una apartada zona rural, para asistir al funeral y conocer a la familia. Allí se encuentra por primera vez con Agatha y Francis, madre y hermano del finado, quienes, hasta ese momento, no sabían nada de su existencia. Así comienza el viaje de Tom, que pronto se verá atrapado entre el horror de la mentira y la fascinación por esta disfuncional familia. “Es una obra que habla de la mentira como forma de amar, como forma de sobrevivir, pero también de la violencia generada por toda esta red de mentiras y de qué forma todo esto afecta a la vida de los demás. Es una obra que combina dureza y luz, es delicada y áspera, divertida y terrible, es poética y transgresora”, afirma Gonzalo de Santiago, protagonista de la obra y uno de los responsables de la traducción, quien insiste, además, en que ésta no es una obra de temática gay, sino que “va mucho más allá, habla de la familia, la comunidad, los lazos rotos, el dolor por la pérdida de un ser querido o el encuentro de dos mundos muy diferentes”.

Tom en la granja es un thriller psicológico sobre la pérdida, la identidad y la exclusión en el ámbito rural. “La exclusión social de una familia dentro de una pequeña comunidad es una de las mayores violencias que se puede ejercer sobre el ser humano. El no sentirte querido, el ser rechazado por los demás, y en un ámbito tan reducido, es algo terrible”, dice Yolanda Ulloa, que interpreta el personaje de Ágatha. Por un acontecimiento ocurrido en el pueblo, los miembros de esta familia se ven apartados, “son los apestados del pueblo, aquellos a los que todo el mundo mira con recelo cuando van a la panadería”, añade Alejandro Casaseca, que interpreta a Francis, el hermano del fallecido.

En la obra, dirigida por Enio Mejía, se produce un choque, pero también un encuentro entre dos mundos que parecían irreconciliables: el mundo rural y el urbano. Dos mundos representados en la obra por Tom y Francis, dos mundos que “se odian, pero se aman, que se admiran, pero se desprecian, y esto es importante porque nos habla de la tolerancia, de cómo nos asusta lo que no conocemos, y de cómo, a medida que lo vamos conociendo, lo empezamos a amar”, dice Casaseca.

Se completa el reparto con Alejandra Fierro, que interpreta a Sara, uno de los personajes claves en el desenlace, y sorprendente final, de una obra en la que también cabe destacar, incluso como un personaje más, la estupenda escenografía de Alessio Meloni, la iluminación de Jesús Almendro y la música de Nacho Campillo y Jacobo Aguirre.

Texto Juan Mairena

Fotos Gloria Monis y Juan Mairena

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