Jaime Figueroa actúa solo y habla solo. Sin embargo, en su espectáculo, El ventrílocuo, la soledad está superpoblada. Una multitud de personajes estrambóticos (entre los que se encuentran las codiciadas pulgas parlantes) no solo hablan, algunos llegan a abofetear la cara del pobre Jaime sin ningún tipo de piedad y cotillean con descaro entre ellos. ¿Suena raro? Pues espérate que todavía no he nombrado al buitre leonado que canta.
Quizá tienes un prejuicio instalado en tu mente porque aquel ventrílocuo que se hizo famoso y no era rubio te hacía poca gracia. No te preocupes, Jaime no es moreno. Su propuesta es radicalmente diferente y combina ritmo, originalidad y cercanía. Es cierto que el mérito no es solo suyo, ha conseguido contratar una aparición estelar de Dumbledore, a pesar de que lo obvia en la sinopsis del espectáculo porque se denota que es un tipo muy humilde. No obstante, es evidente que el reclamo que supone una estrella de Hollywood de esa talla es innegable, sobre todo, con los cargos de desplazamiento que se incurren desde el más allá.
Por otro lado, y tomando en consideración las estrictas normas sanitarias que exigen los Teatros Luchana y a pesar de la complejidad logística que supone, ha conseguido transportar un circo de pulgas. Y en cuanto a animales se refiere, no podemos obviar el buitre leonado que podría tranquilamente estar en la final de Got Talent. A pesar de que no se indique expresamente, puedo asegurar que ningún animal sufrió daños durante el espectáculo.
No es magia, pero Jaime consigue que creas que lo invisible es real. No es un musical, pero hay canciones originales, un piano que está más vivo que muerto y un violín bastante cuerdo. Es, en pocas palabras, un espectáculo imposible de clasificar… pero tremendamente fácil de disfrutar.