Después de éxitos como Burundanga y Our Town, Gabriel Olivares dirige Cádiz, una producción propia del Teatro Lara que puede verse en la Sala Cándido Lara. Esta historia habla, en clave de comedia, de la dificultad de entender y expresar las emociones de unos hombres que, además, se encuentran en plena crisis de los 40.
Nos reunimos en los camerinos del Teatro Lara para reflexionar sobre la amistad y echarnos unas cuantas risas con Fran Nortes (quien también ha escrito el texto), Nacho López y Bart Santana, amigos tanto en la vida real como en la ficción.
Teatro Madrid.- ¿Qué se van a encontrar los espectadores cuando vengan al teatro Lara a ver Cádiz?
Bart Santana.- Yo, que he llegado tarde, voy a hablar primero (se ríen todos). Pues se van a encontrar una función muy divertida. Creo que se van a ir muy contentos pero también pensando en las ganas de volver a ver a sus amigos. Porque Cádiz habla mucho de esto: de los amigos de verdad, de los que escogemos como segunda familia, de cómo la vida y las preocupaciones de cada uno hacen que poco a poco te vayas desconectando de esa familia elegida. Y de lo importante que es trabajárselo. Que la amistad al fin y al cabo es eso: Es como el amor.
TM.- ¿Os ha servido a vosotros la función para replantearos ciertos temas como la amistad?
BS.- Lo que pasa es que damos por hecho que nuestros amigos van a estar ahí siempre. Yo soy un poco perezoso en el sentido de llamar a los colegas, quedar… Y con todo este proceso de Cádiz se me ha despertado esta cosa de decir: “Hostia, a los amigos hay que cuidarlos”. Tiene que ver más conmigo que con lo que espero de los demás. No sé por qué, pero todo esto se me ha revuelto con esta función… (se hace el silencio y los tres empiezan a reírse)
Nacho López.- ¡Es que estás hablando de bien…! ¡Aportar cualquier cosa después de esto es que es muy difícil! (ríen los tres)
Fran Nortes.- Es que la relación de amistad no deja de ser una relación de amor también. Hay un momento de la vida en que tú vas cogiendo diferentes caminos a los de tus colegas y, sin darte cuenta, te separas. Y luego te tienes que volver a encontrar, porque no tienes nada en común con esa gente, salvo la idea esa de que “nos queríamos”. Y tienes que volver a replantearte las cosas. A veces te vuelves a encontrar y entonces la unión es más fuerte. Pero es verdad que hay amigos que quedan por el camino. Igual que hay amigos que duran para toda la vida.
TM.- En esta función se trata la amistad masculina desde una óptica a la que tal vez no estamos tan acostumbrados, con un punto de ternura importante también. ¿Creéis que hacen falta más funciones que hablen de la forma de sentir (no solo de actuar) de los hombres?
BS.- Yo creo que no es una cuestión de hombres o mujeres. Creo que hay mucho cliché con esta cosa de lo masculino o femenino. Cádiz habla al final también de esto, de que somos seres y que sentimos igual: los mismos miedos, las mismas necesidades.
NL.- Pero sí que creo que es cierto que las niñas (por lo menos yo hablo de mi generación o de lo que yo he vivido, que a lo mejor no tiene nada que ver) sí que, supongo que por estas mierdas del machismo y el patriarcado, están más acostumbradas a hablar de lo que sienten. Desde pequeñas ellas hablan de lo que sienten y lo que les pasa. Y yo tuve que aprender. Con veinte años, por ejemplo, no lo hacía. Aunque ahora hablo mucho con mis colegas. Hablamos todo.
FN.- Pero incluso a día de hoy, si me descuido, tengo que salir de ese sitio en el que todavía está colocada la figura masculina. Creo que no es sano emocionalmente, es una losa que tenemos ahí. Cierto es que yo con mi grupo de amigos también hablo mucho y creo que está muy bien, pero también es verdad que nosotros nos movemos en un círculo que facilita esto. Yo, cuando vuelvo a Elda y, por ejemplo, veo a mi cuñado, que somos de la misma quinta… Mi cuñado es de los que se parte un dedo y dice: “Pues no me ha dolido…”. Es un pasito que tenemos que dar: el hablar de lo que nos pasa.
BS.- Sí. Para evitar estas cosa de que el hombre tiene que ser fuerte y un machirulo y que no puede tener sentimientos. Esto ya es de la Edad Media.
FN.- Yo estoy también de acuerdo con Bart de que esto trata de personas, no ya de hombres o mujeres. Igual que son tres tíos podían haber sido tres tías. Aunque sí es verdad que los diálogos son bastante masculinos, porque es de lo que hablamos nosotros. Pero a mí me hace gracia que tenga un punto casi de Sexo en Nueva York.
NL.- Muchas chicas que han venido, han flipado por eso precisamente y dicen: “Por fin puedo escuchar lo que hablan los tíos. Y, además, sois iguales que las tías”.
BS.- Incluso el personaje de Nacho, que podría ser el prototipo de hombre sexual, atractivo, chulo, es todo lo opuesto a eso. Habla de las máscaras también que tenemos cada uno.
NL.- Con los amigos te puedes permitir quitar la máscara. Además, con los amigos de hace mucho tiempo, seguramente no vas a ver en su mirada al «tú» que crees que eres ahora, ellos van a ver al de antes, y tú vas a ver a tus amigos de antes también, aunque ahora tengan cuarenta palos. Entonces ahí las máscaras se van a la mierda. Y mola.
TM.- Presentadnos a vuestros personajes.
NL.- Yo soy Adrián, que sería el personaje más viva la vida. Ha tenido la suerte de que es millonario y puede permitirse vivir la vida a todos los niveles Desde fuera parece eso, pero desde dentro tiene muchas cosas que organizar y ordenar, evidentemente.
BS.- Mi personaje es Miguel. Miguel es el eterno Peter Pan, el eterno adolescente que tiene miedo a crecer. Sigue viviendo con sus padres. Tiene miedo a madurar. Y es el reflejo de una sociedad. Yo me siento muy identificado, porque tengo mucho de Miguel.
FN.- Mi personaje es Eugenio. Eugenio yo creo que es un señor desde que tiene cinco años. Siempre ha sido una persona mayor. La búsqueda de la felicidad de Eugenio iba de “las cosas se hacen así”. Era un tío muy cuadriculado que pensaba que podía alcanzar la felicidad haciendo lo que uno tiene que hacer: termino mi carrera, me convierto en abogado, consigo un puesto de trabajo, me caso, tengo una niña… Y al principio de la función se le desmonta todo. La mujer le acaba de dejar, no es capaz de decírselo a sus amigos… Porque una cosa que tienen los tres personajes es que tienen miedos que no se cuentan, pero que conocen.
TM.- No hay más que ver a la gente riéndose a carcajadas durante toda la función para saber que el tono del montaje es claramente cómico. Pero también tiene su punto reflexivo y deja un regusto melancólico. ¿La comedia es una manera más práctica de acercarse a temas serios?
BS.- Es el vehículo para entrar de lleno en cualquier asunto, por dramático que sea. Es maravilloso y es muy difícil.
NL.- Sí. Cuando haces comedia yo creo que el público está más relajado. Puedes hacer que los mensajes lleguen de otra manera. De repente «¡pam!”. No lo han visto venir. Mientras que si tú vas a una obra “con mensaje” vas preparado a eso. Pero si estás riéndote y estás relajado, de repente la hostia se te queda ahí. Lo mismo no te das cuenta en el momento, pero te das cuenta en unos días… Fran es que además escribe muy bien comedia.
FN.- La comedia es que no deja de ser verdad y dolor. Es una definición que decía Woody Allen: “La comedia es el drama pasado el tiempo”. Si quieres hacer comedia, tienes que coger un tema serio y luego llevártelo. Si hablas de cosas banales, al final es que la gente no se ríe. Puedes hacer chistes sueltos, pero no puedes crear una estructura dramática, porque se te va a la mierda. En la comedia tiene que haber dolor. Y aquí hay una ruptura: la ruptura de los amigos.
TM.- En este espectáculo también rompéis a menudo la cuarta pared, dirigiéndoos directamente al público. ¿Cómo vivís desde dentro esta interpelación directa a los espectadores y cómo pensáis que la reciben ellos?
BS.- Yo creo que para este espacio era fundamental crear este vínculo más cercano. Tenemos al público tan cerca que hacerle partícipe era necesario. Creo que funciona y ayuda a que la gente se sienta más identificada con lo que estamos contando. Porque al final estamos hablando de esto, del amor de todos, de la amistad. Y es muy divertido ver a la gente. A ver, me cago vivo, porque empezamos acojonados (todos se ríen asintiendo). Los tienes tan cerca que, claro, estás viendo la reacción ahí (señala al lado suyo). Y cuando la gente no se ríe cuando tú quieres, dices “Hostia…”. (con cara de preocupación)
FN.- A mí me pasa una cosa: que Gabriel (Olivares) me da muchos sustos. Cuando dijo lo de “vamos a hablar al público” fue como… (grita y pone cara de pánico). Que luego me lo paso como un cabrón, ¿eh? Porque se crea una interactividad muy bonita y hay aportes de dirección que son una maravilla.
TM.- ¿Cómo fue el proceso de ensayos?
BS.- La verdad es que extrañamente fácil. Y digo extrañamente fácil porque a veces los procesos son complicados. Pero el proceso fue súper divertido, nos hemos reído un montón.
NL.- Yo no conocía a Gabriel. Ellos sí, claro, han currado con él mogollón, y me ha gustado mucho, he aprendido muchísimo, creo que tiene un ojo maravilloso para saber lo que puede hacer gracia y lo que no, lo que puede ser emotivo y lo que no, lo que puede funcionar y lo que no. Tiene un ojazo para eso y lo ha hecho muy fácil y muy bien.
BS.- De hecho en tres semanas la montamos.
NL.- Casi sin darte cuenta. Con mucho curro, pero muy fácil.
FN.- Yo firmaba porque fueran los procesos todos así. Sin ninguna duda.
TM.- Fran, tú eres también el autor de Cádiz ¿De dónde sale la idea de este texto?
FN.- Pues la idea sale de los colegas. De ese viaje que te quieres hacer con los colegas. De hecho, el viaje a Cádiz lo íbamos a hacer tres amigos y al final lo hicieron dos y yo no pude ir. Y surge de ahí. De hacerse mayor… De no llevar bien hacerse mayor (ríen).
TM.- ¿Y por qué Cádiz?
FN.- Porque Cádiz me parece la hostia. Aunque, de hecho, no he estado en Cádiz. Pero Cádiz es como el sitio ideal. De hecho mis amigos se fueron este verano y no paraban de colgar fotos haciendo surf, los cabrones, y de lo bien que se lo estaban pasando. Entonces… pues nada, pensé que era mejor meter en el reparto a Nacho y a Bart antes que a mis amigos (risas).
TM.- Para terminar: ¿Qué simboliza Cádiz, el Cádiz de la función, para cada uno de vosotros?
NL.- Yo tuve un bar en Cádiz con veinticuatro o veinticinco años, lo monté con mis amigos de toda la vida de Valladolid, y lo tuvimos dos veranos. Veinticinco años. Un bar con tus amigos. En Cádiz ¡Ya está! Es que no tengo nada más que decir. Fueron, posiblemente, los dos mejores veranos de mi vida.
BS.- Para mí Cádiz es Punta Umbría, todos los veranos en Punta Umbría con mis amigos de toda la vida. También Cádiz es mi primer año en Madrid, que fue como mi segunda vida, mi segundo despertar. Mis amigos ahora son de ese primer año. Sin saberlo ese año iba a ser muy potente. Son como momentos que has vivido y que echas de menos por eso, porque habías conocido a gente muy importante en tu vida. También en Segovia tuve una época de conocer mucha peña y de vivir momentos súper bonitos. Son como varios momentos… (sonríe pensativo) que anhelo.
FN.- Para mí es como el cierre de una etapa. Tiene que ver con lo que decía Bart. Yo tengo la sensación de que a veces te pones a vivir y a mi, cuando miro para atrás, me parece que es la vida como de otra persona. Cuando estaba en Elda, de repente llegar a Madrid… Lo recuerdo como vidas diferentes, absolutamente diferentes (Nacho corrobora). Es otra vida. Me miro y era otra persona. Y luego toda la etapa de quererte dedicar al teatro y empezar a conocer a gente. De hecho a estos dos (señalando a Nacho y Bart) me los crucé por esa época, en casa de una amiga, el primer año. Lo recuerdo como otras vidas diferentes y Cádiz es es una vida llena de alegría y felicidad que se cierra para empezar otra. Me parece que es una etapa que se tiene que dejar cerrada para poder entrar en paz en la siguiente.
Y así acaba la entrevista. O casi, todavía queda un pequeño detalle para dejarla cerrada. De manera inesperada, Bart se convierte en entrevistador y nos lanza una última pregunta, como un boomerang. Una pregunta que, por supuesto, ahora os hacemos nosotros a vosotros: “Y para ti, ¿qué es Cádiz?”
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