La lista de la compra, la lavadora que queda por hacer, ese mail que tienes que enviar ya… nos ponemos excusas y tropiezos constantes como citas ineludibles en nuestra agenda. Quedan pendientes por agendar: la reflexión, la pausa, el silencio. Pablo Rosal ha creado una pieza que combina la picaresca y el clown para ofrecernos un espejo de nuestro día a día en una clave cómica para empujarnos a pensar. En relación al estilo de la obra, Rosal lo enmarca así: «Seguimos la estructura clásica del Lazarillo. Hay un gusto en surfear lo clásico, el gusto por el buen decir»
Luis Bermejo interpreta a este payaso que reclama en la obra Hoy tengo algo que hacer, tener una vida ajetreada y que se presenta en el Teatro del Barrio desde el 18 de septiembre hasta el 2 de octubre.
Hace una década, Rosal, entonces espectador en el Teatre Lliure, asistía a una representación de El minuto del payaso, protagonizada por Bermejo. Fue en ese momento cuando nació su deseo de escribir para ese payaso, para ese artista que, en la piel del clown, transmitía la frágil humanidad que tanto atrae al dramaturgo. Si bien esa conexión ya tuvo un primer encuentro con Los que hablan, donde Bermejo y Malena Alterio exploraban los límites del lenguaje y la incomunicación, ahora Rosal se sumerge por completo en el universo del clown.
Hoy tengo algo que hacer es más que un monólogo, así lo explica Rosal: «No es un monólogo es un solo, porque hay muchos personajes para Luis (Bermejo), que está poseído por la gracia»
En una sociedad obsesionada con la productividad, el clown, con su inocencia y sinceridad por bandera, se presenta como un espejo incómodo, pero lleno de ternura. Rosal ha concebido este espectáculo con estas palabras:
«Es un deseo de volver a lo elemental, a lo mínimo»
Bermejo, un actor de larga trayectoria y una innegable capacidad para conectar emocionalmente con el público, asume el reto de dar vida a este payaso que sabe que, pese a no tener maña ni fuerza, posee algo más importante: un enorme corazón. Y esa vulnerabilidad, tan humana, es la que nos provoca la risa. Así lo concibe Bermejo:
«Al ser una comedia, hay un diálogo con el espectador y esto es lo más sagrado que tengo como actor»
A través del humor y la reflexión, Rosal y Bermejo invitan al espectador a cuestionarse la constante necesidad de «hacer algo» en un mundo que premia la acción por encima del ser. El clown, en su inocencia, nos recuerda que, a veces, lo único que tenemos es el corazón, y eso puede ser más que suficiente.
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