Llega al Teatro del Barrio la pieza de teatro documental Contención mecánica, un montaje creado con el objetivo de denunciar la violencia psiquiátrica que sufren en España las personas diagnosticadas con enfermedades mentales. El espectáculo se mostrará hasta el 22 de marzo en la conocida sala de Lavapiés.
En TeatroMadrid conversamos con Zaida Alonso, directora y dramaturga de la obra, quien asegura que, a día de hoy y después de la evidencia de un gran trabajo de investigación, todavía «existe una estigmatización de las personas supuestamente ‘cuerdas’ hacia las que tienen un diagnóstico de salud mental».
La salud mental está muy presente en la conversación social, pero la violencia psiquiátrica, tema central de Contención Mecánica, sigue siendo una parte silenciada…
Sí, la contención mecánica es una práctica muy opaca. No hay visibilidad sobre este tema aunque se sabe que en España se utiliza en centros de menores, en residencias de la tercera edad, en urgencias y en plantas de psiquiatría.
Nos impactó mucho la noticia de la muerte de Andreas Fernández, una chica de 26 años que falleció en 2017 tras estar atada durante 75 horas en una cama. Ella decía que oía voces y, como su madre tenía antecedentes psiquiátricos, le diagnosticaron una enfermedad mental. En realidad tenía meningitis.
«En 2013, la ONU catalogó la contención mecánica como tortura»
¿Por qué crees que se sigue realizando esta práctica?
En 2013, la ONU catalogó la contención mecánica como tortura. Hay países, como Reino Unido, donde no se realiza una desde hace más de 10 años. En Suecia desde hace 20 años. ¿Por qué se sigue haciendo en España? Una enfermera activista llamada Ana Carrelero nos contaba que no hay un registro ni una normativa clara sobre las contenciones. Como hay esa opacidad, al final los profesionales tienen más permisibilidad de atar a las personas. En Pensilvania, por ejemplo, las contenciones mecánicas desaparecieron gracias a llevar un registro de cómo, por qué y quién ataba.
Una psiquiatra con la que hablamos nos contó que en su hospital hubo un problema con el suministro de recursos y nunca llegaron a tener el material para realizar las contenciones. Se dieron cuenta de que, en realidad, no lo necesitaban y que podían atender a los pacientes sin atarles. Me sorprende mucho que esto siga pasando en el siglo XXI.
A día de hoy, ¿crees que se toman en serio los testimonios de los pacientes o que por su diagnóstico se ponen en duda sus denuncias?
Este es otro melón importante y es el de la estigmatización hacia las personas psiquiatrizadas. Muchos de los entrevistados nos confesaban que tienen miedo de ir al hospital porque en cuanto entran en urgencias lo primero que se ve reflejado es su diagnóstico psiquiátrico y eso puede provocar que no se les tome en serio. Algo falla si hay personas que tienen miedo de ir a un hospital.
Por otra parte, también hemos hablado con profesionales de la salud mental que dicen que muchas veces no hay suficiente personal ni recursos para atenderlos correctamente.
Habéis entrevistado a muchas personas y en el montaje actúa el poeta, performer y activista «loco» Rafael Carvajal. ¿Cómo has enfocado el material en la dramaturgia?
He querido, sobre todo, hacerlo desde el mayor respeto y amor posible. Por un lado me involucré en el proyecto porque creía en la causa que estábamos defendiendo pero también para dar visibilidad a aquellas personas que no tienen tanta voz. Ver felices a las personas entrevistadas después de ver la obra es la mayor satisfacción que podemos tener.
Queríamos dar voz a las personas que han vivido esta práctica pero también descubrir las opiniones de aquellos profesionales que forman parte de la psiquiatría. Hemos investigado mucho para la escritura de esta pieza y han surgido además otros temas interesantes como el de la sobremedicalización psiquiátrica: la contención farmacológica. También los ingresos involuntarios. Hay muchos melones por abrir.
¿Encontraremos respuestas en la pieza? ¿O propone abrir un debate para el cambio?
Creo que ambas cosas. Muchas veces, después de las funciones, hacemos un coloquio con el público y siempre encontramos distintos puntos de vista al respecto. El objetivo es que la gente que viene a ver la obra reflexione sobre ello, pero también lograr que cada vez más personas sean conscientes de que esta práctica existe y que se lleva a cabo a día de hoy en este país.
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