Esta comedia clásica de líos, amores fugaces, equívocos y fregolismo es un valor tan seguro como el «tipo fijo» que aconsejaban los asesores hipotecarios pasados de vueltas en la televisión. ¿Por qué? El verso es precioso, la mecánica interna de la comedia infalible y las interpretaciones, maravillosas sin excepción, y excepcionales cuando hablamos de Lluís Homar y Montse Diez. La puesta en escena, que no repara «gasto», genera momentos de gran belleza estética con el amplísimo reparto –a quien, por cierto, podrían sacar más partido–, que incluye intérpretes, técnicos y músicos, que, como en el Siglo de Oro, rompen la cuarta pared o se arrancan con música en directo, coreografías discotequeras o versiones de Sílvia Perez Cruz. Pero que la […]
Andreu Rami
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