Inspirada en la Siberia extremeña, tierra de procedencia de la coreógrafa Paloma Muñoz, La Quijá (alusión a la quijada o mandíbula, en este caso referida a animales) parte de la imagen de un paisaje devastado, áspero y seco, a la vez que de la necesidad de volver a los orígenes y al cuerpo como motor de la creación, con la intención de buscar la poesía en los cuerpos en movimiento.