Hysteria

“No siempre el teatro se entiende, y no pasa nada”. Con esta frase iniciaba mi defensa de Hysteria ante un atónito grupo de amigas y amigos que me acompañaron hasta el Teatro de la Abadía.

Salimos todos confundidos. Algunos con sabor a Bitter Kas (ese gustillo agridulce, que no sabes si te gusta o te espanta). Otros, directamente, afirmaban que les había decepcionado o, incluso, horrorizado. Yo les propuse intentar enfocar la obra con otra perspectiva, como quien va al Museo Reina Sofía.

Cuando ves arte moderno sabes que las reglas de juego son muy diferentes. Te esperas un cuadro blanco, seguido de una especie de cagarruta en el suelo y muchos QR por las paredes con largas parrafadas explicando las obras. Y lo aceptas. Y hasta te gusta. Porque es arte moderno.

Ya sabes que no vas al Prado a ver meninas, reyes a caballo y bodegones varios. No esperas una historia. Vas en busca de impacto. Y eso es precisamente lo que hace Hysteria. Ponerte del revés, romperte los esquemas y llenarte de imágenes potentes, de ideas y pinceladas.

Si te atreves, la vas a gozar, porque es un derroche de imaginación y el texto tiene momentos brillantes, por no hablar de los actores, que son fabulosos.

Si no te atreves, estará también bien. Lo bueno es que estás leyendo estas líneas y vas sobre aviso. No te esperas la historia del hospital, ni ninguna referencia a la película. Borra tu mente, y déjate impactar.

**********

Te gustará: Si eres del “team Reina Sofía” y fan de Black Mirror.

Hysteria es una obra absurda, surrealista, dura... Lo que ocurre en el escenario es una sorpresa continua, con numerosos giros inesperados, en ocasiones brillantes, a veces difíciles de entender... Pero es que el interior del personaje femenino principal, Agustina, se las trae, como el de su partenaire masculino, el doctor Doctor, ¿cómo el de todos nosotros?: una vida sin sentido, vacía, con momentos de euforia y otros de caída libre, con la depresión acechando, amantes desapareciendo y la confusión inundándolo todo. Y, para colmo, como nos explica muy cuerdamente el perro filósofo que se hace vivo desde uno de los cuadros del escenario, los humanos no nos enteramos absolutamente de nada... Una atmósfera perfecta para una vida tranquila.

El lenguaje para describir el interior y los sentimientos, filias y fobias de los personajes es, a partes iguales, delirante, sorprendente y brillante, con sutiles toques humorísticos y de actualidad.

La iluminación y escenografía de Hysteria son muy originales, elaboradas y a ratos, muy estéticas.

La labor actoral de Lluna Issa Casterá y Mariano Estudillo es notable, muy intensa y tal vez agotadora: susurran, gritan, cantan, bailan, corren, se estremecen, se introducen el uno en la otra y viceversa... Sobresaliente actuación.

En cuanto a la joven autora y directora, Carla Nyman, habrá que seguir con gran interés su trayectoria como poeta y dramaturga, a la vista de su imaginación desbordante.

Agustina, tras varias sesiones, empieza a intimar con su médico, el cual, cada día de consulta le explora, le abre, le cierra, le observa hasta tal punto que un día es absorbido por la propia microbiota de su paciente. Una vez en su interior, comenzará a conocer la verdadera naturaleza de esta paciente tan particular.

Esto sería un acercamiento realista-narrativo a la obra de Carla Nyman que ha abierto la nueva temporada en el Teatro de la Abadía, pero creo que no merece la pena hacerlo, ya que ni siquiera es la intención de su autora. Una verdadera ensalada de momentos histéricos, sugestivos, musicales, físicos, delirantes, estéticos y plásticos, que como espectador me han puesto constantemente a prueba. Y que eso me ocurra en un teatro, siempre es de agradecer.

Destacar el potente trabajo de Lluna Issa Casterà y Mariano Estudillo, totalmente entregados a la propuesta.