Simpático espectáculo que nos mete de lleno en el día a día de una oficina cualquiera de Madrid con unos personajes muy reconocibles para cualquiera que haya pasado 40 horas semanales (o más) encerrado entre papeles, ordenadores y teléfonos.
Como si de un Gran Hermano se tratara, el trabajo da paso al experimento sociológico cuando un encierro accidental hace que la pija, la hierbas, el quinqui y el jefazo, se vean obligados a interactuar más allá de sus obligaciones diarias.
Situaciones disparatadas, sentido del humor, unas actuaciones impecables y unos cuantos temazos ochenteros (algo metidos con calzador) hacen que la receta nos deje un muy buen sabor de boca y una sonrisa en la cara que nos acompañará un buen rato.
Como punto mejorable, no para la representación, sino para el teatro, las columnas entre «butacas» que dificultan la visión en muchos casos. Y sí, digo «butacas» entre comillas porque son más incomodas que unas sillas de oficina y en algunos casos hay que hacer juegos malabares para acceder, casi saltando, al lugar que nos haya tocado ocupar.
Salvando este último detalle, después de ver Atrapadas en la ofi, casi estoy deseando que llegue el lunes para ver a mis compañeros de trabajo y recomendarles que vayan también a verla.