Para los amantes del cine clásico y para aquellos que aún no lo hayan descubierto y disfrutado como se merece, el musical Cantando bajo la lluvia es la mejor opción para dejarse llevar por las luces y las sombras de la industria del cine del Hollywood clásico de los años 20.
El musical, como en la película, cuenta la historia de amor entre un actor famosísimo y una joven aspirante a estrella del celuloide. La ambientación está conseguida al 100% desde el inicio de la función: teatros monumentales, cañones de luces, sets de rodaje, fiestas llenas de glamour y estrellas por todas partes. Y eso se consigue con una escenografía muy medida, que estéticamente perfecta, muy visual, potente y elegante.
Todo lo que sucede en el escenario está medido al milímetro para que nadie en el patio de butacas pueda salir de la historia en ningún momento. El elenco hace un trabajo espectacular: tanto el cuerpo de baile como los actores que también cantan; se marcan unas coreografías dignas de los mejores teatros de Broadway. Más de 30 profesionales que hacen viajar al espectador a los siempre fascinantes inicios del cine.
Cantando bajo la lluvia es un homenaje al cine, a la música y al teatro musical. Hay grandísimos números de baile, con coreografías perfectas que hacen que la historia tenga un ritmo trepidante durante todo el espectáculo. Destacan, especialmente, varios de ellos pero, por encima de todos, cómo no, la escena del agua con los paraguas.
El guión está bien construido y hay que hacer una mención especial a los papeles de los actores secundarios: el amigo del protagonista, que le ayuda a triunfar aún más en el mundo del cine, y la actriz secundaria, que tiene una gracia infinita y consigue crear una química increíble con el público interpretando su papel de forma magistral.
Cuando cae el telón, llegan las ganas de seguir cantando y bailando en la calle… aunque llueva. Luces, cámara… ¡y acción!