Imagina poder volar. Tu ropa de diario se transforma y tu cuerpo se cubre de plumas de colores. Planeas en un mundo en el que una chica (que podría ser Alicia) se mece en un hula hoop enorme de esos que quizá utilizabas cuando tenías los dientes de leche. Tus alas se vuelven a desplegar y te conviertes en una mariposa. Aterrizas para bailar con un armadillo mientras surge una orquesta improvisada de peces y cocodrilos, y entonces… de repente, se abre el cielo y se despliega un espectáculo de fuegos artificiales hechos con gotas de agua.
¿Estarás soñando? Este es tu billete para navegar hacia los apasionantes universos creados por el Circo del Sol, próxima parada: México.
La compañía vuelve después de tres años tras superar una crisis pandémica que estuvo a punto de acabar con ellos. Y, lo mismo que no puede existir una Tierra sin Sol, este Circo no puede apagarse.
El Circo del Sol ha sido referente por diferenciarse del concepto tradicional del circo, aquí no se expone la fuerza o la destreza de una forma mecánica sino que se traslada un ejercicio de innovación plástica. Y eso, implica un viaje creativo a los recovecos de tu imaginación.
Daniele Finzi, que siendo gimnasta, actor, dramaturgo, coreógrafo y payaso no tiene suficiente, se convierte en el copiloto de este vuelo. Y digo copiloto porque el proceso creativo del Circo del Sol es, por definición, colaborativo, y ese concepto de equipo se palpa, se siente durante todo el espectáculo. Una navegación estructurada de forma milimétrica desafía a desviar la mirada del espectador a diferentes estímulos, a cada cual, más sorprendente.
La experiencia te envuelve desafiando lo imposible, te hace reír y, lo que es más importante,…te recuerda que se puede soñar despierto.
