Esta es una reseña de confesiones, porque con esta obra me pasa como con el reguetón: no es para mí y, sin embargo, me tienta, ¡y hasta me gusta!
Los primeros cinco minutos de esta comedia son como catar un Gran Reserva: entra en boca como un latigazo, pero, según va corriendo el reloj, se te acomoda en el paladar hasta seducirte con ese sutil regusto a uva añeja.
Es un texto que roza la ordinariez caótica y lasciva, pero que también está repleto de detalles genialmente traducidos y cuya dirección e interpretación se desenvuelven con soltura.
Reconozco que sus versos me despistaron y que en ningún momento averigüé hacia dónde me llevaban. Aún hoy, después de debatir con un par de espectadores más, sigo sin saber muy bien de qué iba. Es una crítica feroz, de eso no me cabe la menor duda, pero mi moderada capacidad mental admite que necesita un manual de instrucciones para entender esta obra en toda su plenitud.
>> Insisto, aun así, me gustó <<
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Me quedo con varias frases que me hicieron soltar carcajadas, con escenas “para enmarcar” y con la interpretación de Pedro Casblanc, quien regala momentos brillantes. El monólogo de «las diez copas», por ejemplo, es una pieza que podría ser un verdadero tostón, pero que, gracias a un cóctel de entonación, ritmo y grandes dosis de precisa gestualidad, resulta extraordinaria.
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TE VA A GUSTAR SI… tu nivel de humor se acerca al estilo británico, algo retorcido pero siempre certero y de carcajada atragantada. También creo que puede gustar a los escépticos, a los desencantados y a los que, como yo, trata de cazar risas, sea como sea.