La premisa de la que parte la obra El jefe del jefe es de entrada interesante: El dueño de una empresa de tecnología quiere venderla, pero resulta que cuando fundó la empresa se inventó a un presidente ficticio detrás del que él mismo podía resguardarse cada vez que era necesario tomar decisiones incómodas y tener siempre el favor de sus trabajadores. Ahora que ha tomado la decisión de vender la empresa, el futuro comprador insiste en conocer al presidente y que sea este quien firme el acuerdo. Ante esta tesitura no le queda otra opción que contratar a un actor que, nunca mejor dicho, pueda cumplir con el papel de presidente de la empresa y le ayude a cerrar el acuerdo millonario. Este actor, peculiar en su método, se enfrentará sin duda al papel de su carrera.
Fernando Gil ha realizado una adaptación, junto a Ricardo Hornos, de la obra original de Lars Von Trier muy ligera y dinámica que es sencilla de seguir, pero a la que le falta profundidad y mayor desarrollo en la psicología de los personajes, especialmente de los trabajadores de la empresa tecnológica que quedan muy desdibujados. No obstante, el papel protagonista le sienta a Gil como un guante; el actor le imprime mucha personalidad a través del humor gestual, en ocasiones hasta excesivo, que maneja muy bien y que logra conectar a lo largo de toda la obra con el público. Su personaje es el más desarrollado y, por tanto, el que permite mayor lucimiento artístico y Gil lo sabe potenciar y aprovechar notablemente.
A nivel actoral resulta necesario destacar también los trabajos interpretativos de Aure Sánchez, quien está estupendo y muy natural en su papel de trabajador complaciente, inseguro y que nunca busca crear conflicto entre el jefe y sus compañeros. Y en la parte femenina Carol Rovira realiza una actuación notable en su doble papel de trabajadora introvertida y más aún como la desenfadada intérprete del comprador chino.
El espectáculo se desarrolla a nivel escenográfico en un solo espacio, la sala de juntas de la empresa y es la iluminación la responsable de marcar la transición entre escenas y los cambios de intensidad de la propuesta. El vestuario cumple con la estética empresarial actual y acompaña a la idea dramatúrgica del montaje.
El jefe del jefe es una disfrutable comedia satírica, dinámica que cumple con el objetivo puro de entretener al espectador y hacerle pasar un buen rato sin mayores pretensiones.