Pilar Valenciano lleva a escena ese thriller de Josep M. Benet i Jornet que nos introduce de lleno en la sensación de asfixia y sordidez de un burdel donde conviven animales con los instintos más oscuros. Este espacio, diseñado con precisión y acierto por José Luis Raymond, será el lugar donde la violencia física, humana y sexual que los poderosos ejercen sobre los más indefensos se haga presente. Sus cuatro protagonistas son cuatro perros sin nombre con traumas de infancia no superados, dolor, insatisfacción y obsesiones a los que la vida junta por azar y que están dispuestos a llegar a cualquier extremo por su supervivencia. El detonante: una vieja historia que protagonizó un teniente en un bar propinando una estruendosa bofetada a un cliente.
Así, ‘El perro del teniente’ consigue mantener una constante tensión en el escenario, sostenida magníficamente por sus cuatro intérpretes: María Ramos y Fernando Delgado-Hierro están estupendos como esta pareja joven que juega a conocerse, que se busca pero no se encuentra, y Beatriz Argüello derrocha carisma, valentía y presencia como madame del burdel. Destaca Roberto Enríquez en este registro tan diferente para él, pero que maneja con solvencia y credibilidad: un personaje manipulador, violento y despreciable que incorpora como anillo al dedo. Gracias a los cuatro actores y a la buena ambientación escénica, la dualidad de la miseria y el poder se expresa en esta crítica que denuncia los abusos y estigmas sociales y que reivindica dignidad, humanidad y libertad para todos. Una historia cruda, pero necesaria. Difícil de contar, pero llevada a cabo de forma notable.