Hacía tiempo que no salía del teatro con la sensación que se te queda cuando te remueven los sentimientos, te inyectan las ganas de investigar sobre el tema y conocer más en profundidad la historia. Además de, por supuesto, volver a tener la firme convicción de que el teatro en vivo y en directo, el arte sin pantallas, es y siempre ha sido lo más valioso y necesario que tenemos.
El gaditano convierte la memoria histórica en un acto de belleza y resistencia. A través del personaje del payaso Rámper (inspirado en el artista real de los años 30), rescata la voz de los artistas y autores de los Carnavales de Cádiz que fueron silenciados en la Guerra Civil, devolviéndolos al escenario con música, humor y reivindicación.
Con poco da mucha vida a diferentes personajes que nos va presentando: “Señoras y señores, con todos ustedes…¡Mi padre!”. Esa capacidad de crear y adentrar al público en la historia, nos recuerda la esencia más pura del teatro, y tampoco necesita nada más porque él es puro arte. Como hablamos de carnavales, como no, las canciones tienen un peso muy importante, tanto, que levantan a todo el público a aplaudir. Jesús canta con una maestría que cautiva y, para sorpresa final, otra gran ovación para los dos músicos que han estado tocando en directo sin que el público se percatase.
El Rámper es un homenaje a los artistas olvidados y sobre todo, una reflexión sobre la libertad y el poder transformador del arte. Probablemente los gaditanos afincados en Madrid ya conozcan de sobra a este gran artista, yo me siento afortunada por haberle descubierto así. No se pierdan, por favor, sus otras tres funciones en el Teatro Maravillas.
