Yo, la actriz. El drama de ser La Actriz. La tragedia que vive la actriz sobre y fuera del escenario, y también frente a la cámara. La Actriz y el actor. La Actriz y El Actor. Neutro. Femenino. Masculino.
En una escenografía -de Aleksandar Denic- que deja entrever les coulisses de la Sala Roja, Frank Castorf hace converger toda una serie de formas posdramáticas a través de las que exhibe sin solución de continuidad los textos de Jean Racine y Antonin Artaud. En tramos intercalados, los cinco cuerpos ocupan los distintos espacios de la sala para presentar la tragedia de Los Actores en El Mundo. Sobre escena, la voz imperiosa del elenco alcanza el vientre del público mientras que, en los espacios reservados a la cámara se desvela la decadencia del arte y se desatan Las Furias de forma que todo lo cotidiano deviene en tragedia, y así sucesivamente.
La música de William Minke trepa a lo largo y ancho de las butacas acompañando la historia de (no)amor de Atalide, Bajazet y Roxane.
Jeanne Balibar, con una misma mirada logra retratar a una Roxane soberbia y frágil, cuyos asideros morales son la venganza y el amor romántico. Jean-Damien Barbin produce un Bajazet agotado por el mundo que le engulle en un tono a la par patéthique y tenebroso en su reencarnación como Artaud. Especialmente destacable también Mounir Margoum que actúa como contraparte de las palabras, a cargo de la voz de la conciencia y de la guerra, interesado más en la caza que en la presa.
Yo, la decadencia. El drama de ser La Nada. La tragedia del hoy. El Yo y el tedio. El Yo y El Tedio. Neutro.