Lluís Pasqual homenajea a su tío y al resto de víctimas de aquella «quinta del biberón»; niños, seres demasiado jóvenes como para empuñar un arma. Ni tan siquiera para comprender qué, por qué y para qué. Si es que esas preguntas tiene sentido y respuesta.
Ajuste de cuentas con la memoria histórica. Un grupo de críos son reclutados y mandados al frente sin entender nada. En la frente llevan un cartel que pone «víctimas». Este impactante espectáculo es un homenaje a unos niños que murieron y sufrieron por ese monstruo llamado guerra. Guerra civil, entre vecinos, entre hermanos. Una guerra que sigue dividiendo este país en dos. Los perdedores reivindicamos nuestro recuerdo y nuestra dignidad. Desde el respeto, desde la justicia y desde la memoria.
Unas partituras: «cancionero de guerra», unos chavales, sueños rotos, una ratonera cruel, el recuerdo de los corderos y la dignidad de las cunetas y las fosas comunes.
Todo en este espectáculo es impactante. El pequeño conjunto barroco, las luces, la escenografía, el fabuloso espacio sonoro, vídeo, vestuario, y por encima de todo, la dirección potente, sobria, respetuosa y sabia del mayor genio de nuestra escena, Lluís Pasqual y un elenco de asombro. Seis actores, cada uno manejando un acento distinto al resto y propio de su lugar concreto de origen y con un poder, una presencia, un peso y una vida sobre el escenario totalmente descomunal. TODOS están magistrales.
Por la calidad del espectáculo, por la brillante y respetuosa dirección, por el trabajo de todos, luces, sonido, música…, por el conjunto de actores prodigiosos y por respeto a nuestra historia y a la dignidad de sus víctimas, es NECESARIO ver este espectáculo. Seguramente sea de lo mejor que veamos este año, de lo más emocionante y de lo más necesario.
Si pinchas AQUÍ, en mi blog, encontrarás mi comentario extenso sobre este espectáculo.