Johnny Chico es un sobrecogedor drama que nos cuenta la historia de un joven que lucha por hallar su propia identidad. El texto sirve además para cuestionar y hacer tomar conciencia de conceptos mal entendidos como la masculinidad/virilidad y las terribles consecuencias que ello acarrea tanto para hombres como mujeres, heterosexuales y homosexuales. Y es que muchos de los problemas machistas y homófobos se derivan en gran parte de esto. Como dije una vez: educar en una masculinidad sana, libre de prejuicios y demostraciones, es probable que posibilite el cambio hacia una igualdad real, una igualdad donde no tengamos que sentirnos agradecidos los que tanto tiempo hemos sido silenciados/ridiculizados. Emma Watson lo expresó en la ONU con las siguientes palabras: «No es frecuente que hablemos de que los hombres están atrapados por los estereotipos de género, pero veo que lo están. Y cuando se liberen, la consecuencia natural será un cambio en la situación de las mujeres. Si los hombres no necesitaran ser agresivos para ser aceptados, las mujeres no se sentirían obligadas a ser sumisas. Si los hombres no tuvieran la necesidad de controlar, las mujeres no tendrían que ser controladas. Tanto los hombres como las mujeres deberían sentir que pueden ser sensibles. Tanto los hombres como las mujeres deberían sentirse libres de ser fuertes».
Víctor Palmero demuestra su enorme talento y versatilidad al encarnar a diversos personajes. En una sociedad que sigue condenando la homosexualidad y la plumofobia (en verdad todo lo que «apesta» a diferente), la pieza se hace ahora más necesaria que nunca.
La cartelera teatral madrileña se ha caracterizado siempre por la variedad de sus propuestas y por dar cabida a historias comprometidas con la causa lgtbi. Precisamente este año he podido disfrutar de otros cuatro montajes que inevitablemente han resonado en mi cabeza viendo el de Johnny Chico: Orgullosos, JuguetesRotos, Elgé o La maldición de los hombres Malboro.