Una tarde de sábado cualquiera se convirtió en una fabulosa experiencia. Esta exposición inmersiva sobre el famoso barco nos acerca a la historia más allá de la conocida película.
La visita, aunque mayormente de entorno digital, comienza con una sala en la que se pueden conocer las historias de los españoles y españolas que formaron parte del fatídico viaje. Este espacio, con objetos y explicaciones, fue uno de los más interesantes, a pesar de ser más «clásico».
Tras este inicio, la sala de realidad virtual nos ofrece la calma de los inquebrantables músicos, que aguantaron hasta el momento final acompañando con su sintonía al resto de pasajeros. Quizá, esta sala fue una de las que menos me gustó, ya que comparé la experiencia con lo que viví en la exposición de Tutankamon.
En tercer lugar, la sala inmersiva contaba la historia de un padre y su hija. En este caso me encantó el desarrollo de la idea para explicar cómo era la vida en las diferentes clases.
Aunque, sin duda, el espacio metaverso, al final, es la joya de la corona. La tecnología de vanguardia de la exposición permite a los visitantes una inmersión sensorial total. Esta experiencia única nos da la posibilidad de caminar por los elegantes pasillos de primera clase, explorar los camarotes de lujo y admirar el esplendor del gran salón comedor, incluso descender a las calderas y salas de máquinas.
La exposición logra, de manera respetuosa, que el público reflexione sobre la fragilidad de la vida y la grandeza del espíritu humano frente a la adversidad. Una experiencia inolvidable que combina historia, tecnología y emociones profundas.
