La lluvia amarilla (1988) es una novela lírica de Julio Llamazares que aborda el tema del éxodo rural y el triste olvido al que se ven sometidos los espacios abandonados. La melancolía y el recuerdo se adueñan de cada rincón del escenario. En este montaje de Jesús Arbués asistimos al monólogo dramático de Andrés, el último habitante de Ainielle, pueblo del Pirineo aragonés. A través de un lenguaje evocador y profundamente literario accedemos a las entrañas de los recuerdos. Flashbacks y un flashforward (donde el protagonista imagina el momento futuro tras su muerte en el que descubrirán su cuerpo inerte recubierto de musgo) conviven y nos ayudan a comprender la psicología de un personaje que se resiste a claudicar. La rebeldía de Andrés consiste precisamente en permanecer y en negarse a dejar escapar los recuerdos que otros dejaron marchar en busca de un futuro mejor. Sus palabras contrastan con el estrato humilde al que pertenece, pero que ya estaba presente en la obra original y no deja de ser sino una licencia literaria más de las que se toma el autor para poner en boca de Andrés profundas reflexiones sobre la muerte, el amor, la soledad y los recuerdos. Dejando a un lado esa libertad, no cabe duda del magistral uso del lenguaje que se hace donde cada palabra, al igual que sucede en el género lírico, está escogida con sumo cuidado, apareciendo en el lugar en el que debe estar para despertar una emoción estética en el lector/espectador.
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