Las bingueras de Eurípides: reírse por no llorar

Las bingueras de Eurípides

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Las bingueras de Eurípides → Teatro La Latina
04/07/2025 - Teatro La Latina

El peligro de la comedia satírica es que en ocasiones el humor se apodera tanto de la escena que el público no es capaz de ver el trasfondo de tragedia. Eso no ocurre con Las bingueras de Eurípides, a pesar de no cejar ni un minuto de derrochar sobre el escenario cachondeo y francachela, hasta el punto de tener las actrices que contener el diálogo para que fuera audible en la platea entre risa y risa. Por momentos, de dolor de tripa. Pero no nos dejemos engañar. El drama de tres mujeres oprimidas es en realidad el tema subyacente de un texto fabricado a la medida de un elenco que no da ninguna opción al espectador a escaparse al final de la función sin la sensación de que ha presenciado algo realmente importante. Trascendente a la vez que desternillante. Tres veces tuvieron que salir a saludar entre aplausos en pie de los presentes. Y pocas me parecieron.

El bingo como símbolo de libertad. Una libertad reprimida por los hombres. Maridos, hijos, fuerzas de la ley, da igual. A base de violencia o de indiferencia, pero con un perdedor claro en una batalla de los sexos que siempre se ha librado, y se sigue librando, de forma desigual, con diferentes armas. El bingo como metáfora de rebelión, de rebeldía. El bingo como símbolo de lucha. Imposible evitar a los que somos hijos del baby boom buscar una referencia en aquella joya, salvada del olvido por la nostalgia y el revisionismo, del cine del destape de la transición. Fernando Esteso y Andrés Pajares a las órdenes de Mariano Ozores, tratando de huir de la monotonía de una vida vacía y previsible, tachando números y cantando líneas, perdón, quería decir naranjas. Lo mismo, pero más doloroso, los hombres siempre han disfrutado de unas posibilidades con las que las mujeres no han contado. De eso va en realidad esta obra. De un Dios tarambana y parrandero que trasformado en mujer baja a la tierra a enseñar a emanciparse a dos mujeres gaditanas y a una cordobesa forzosamente exiliada.

La puesta en escena es tan sencilla como brillante. Unas cuantas sillas y una botella de anís son suficientes. Las extraordinarias actuaciones de las protagonistas, todas con su propia historia, todas en la misma medida, suplen con creces la falta de parafernalia estética. Ellos, contrapunto necesario para el desarrollo de la trama, están igualmente sobresalientes. Todo se une para ofrecernos una obra sencillamente brillante. Original y divertida. En una sola palabra, imprescindible.

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