Pocas palabras se pueden añadir a lo que ya se conoce de este gran musical. Aun así, siempre quedan adjetivos positivos para describir lo que se siente en la butaca del Teatro Nuevo Alcalá. Una mezcla de sentimientos inundan el patio de butacas. Se te eriza la piel en momentos clave, la carcajada te salta de la boca cuando menos te lo esperas y en algunas escenas hasta se te humedecen los ojos. Todo esto, gracias al gran elenco que forma este espectáculo.
Antes de nada, aclarar que las comparaciones son odiosas. He tenido la suerte de verlo en Londres y allí es otra liga de otra dimensión. No pueden ser comparadas las dos versiones, es necesario sacarlas de contexto. La adaptación que ofrece SomProduce es maravillosa. Teniendo en cuenta lo que supone movilizar y coordinar un equipo de más de 60 personas, la mayoría de ellas menores. Una metodología que se plasma en el escenario, consiguiendo una compenetración sobre el escenario entre pequeños y adultos, que pocos musicales pueden fardar de tener. Los más jóvenes de la compañía ofrecen un mundo de posibilidades con su cuerpo, su talento musical y actoral. Conjuntamente con la envolvente escenografía alrededor del marco del escenario (que se postula como una de las stories más posteadas en Instagram), los detalles escenográficos móviles que enlazan una escena con la otra y una excelente ejecución musical, hacen de esta Matilda, un espectáculo apto para todas las edades.
Todos y cada uno de los números musicales reboza de espectacularidad, pero por encima de todos brillan The smell of Rebelion; con una coreografía meticulosa y encantadora, When I grow up; que el nivel de goce aumenta proporcionalmente a lo cercano que estés del escenario y Revolting children que te incitan a levantarte de la butaca y subir al escenario a bailar con el elenco. Un espectáculo con una complejidad altísima y superada con éxito. Larga vida a la astucia y bondad de Matila Wormwood