Muerde, un thriller psicológico en formato de monólogo donde Luciano Cáceres asume, en solitario, la difícil tarea de sostener una tensión que no concede respiro. La pieza, escrita y dirigida por Francisco Lumerman, explora la memoria rota, la violencia latente y las heridas que permanecen abiertas incluso cuando creemos haberlas superado.
El protagonista ofrece una actuación intensa, profunda y visceral. Desde su primer palabra hasta el último silencio, construye un personaje sumiso y violento al mismo tiempo, atrapado entre el pasado y una pulsión que no logra dominar. Cáceres maneja con mucha precisión los matices emocionales: pasa del desconcierto a la vulnerabilidad, del miedo al estallido, con una naturalidad que demuestra que entiende a la perfección por lo que está pasando René. Es sin duda, su despliegue técnico, su talento y compromiso lo que impregna en la obra y el motivo de crear verdad minuto a minuto.
El texto de Lumerman destaca por su capacidad para sugerir más de lo que muestra. No se distrae en explicaciones; más bien invita al espectador a completar el rompecabezas de cada secuencia. La estructura fragmentada acompaña la mente desordenada del personaje, pero sin perder claridad ni potencia narrativa.
Hay momentos en los que el ritmo se vuelve más introspectivo y podría sentirse pausado para algunos espectadores. Pero esa misma quietud funciona como una estrategia dramática para reforzar el peso emocional del relato.
La puesta en escena está muy lograda: sirve al texto, potencia la escena y evita cualquier artificio innecesario.